El despliegue de sistemas antimisiles de EE.UU. —tanto terrestres como basados en buques de guerra— en Asia bajo el pretexto de la protección contra los lanzamientos de misiles desde Corea del Norte, en realidad tendría como objetivo asegurar un rápido ataque de EE.UU. contra China, opina Bruce Gagnon, coordinador de la Red Global Contra Armas y Energía Nuclear en el Espacio, en un artículo en el sitio web 'Global Research'.
EE.UU. sigue fomentando su presencia militar en Hawái, Corea del Sur, Japón, Guam, Taiwán, Australia y Filipinas, que es clave para su estrategia de enfrentamiento con China.
Según el escenario de uno de los ejercicios militares que EE.UU. lleva a cabo cada año, el Pentágono ataca China, destruyendo la mayoría de sus capacidades nucleares, y las instalaciones antimisiles estadounidenses en los países de Asia-Pacífico neutralizan la débil respuesta con las ojivas restantes, afirma el experto.
"Mientras el escudo antimisiles se vende a la población como una medida defensiva, de hecho está diseñado para ser el escudo después de que se haya lanzado un primer ataque contra el corazón del arsenal nuclear de una nación en particular", subraya Gagnon.
Otro uso de la Marina estadounidense —que goza de un desarrollo considerable y está acompañado de procesos semejantes en los países aliados de EE.UU. como Canadá— sería un bloqueo marítimo de cualquier país dependiente de los suministros de petróleo. China lo es, ya que importa casi el 80% de su petróleo a través del mar Amarillo. Una vez bloqueado el acceso de este recurso a China, su economía se quedará paralizada, y este objetivo podría ser logrado con la base naval que EE.UU. está construyendo en Corea del Sur.
Junto con los planes de EE.UU. —y de la OTAN, ya que la alianza es prácticamente una sucursal de la política exterior estadounidense— de rodear Rusia, la presencia importante en Oriente Medio y la estrategia potencial contra China, se hace evidente el deseo de EE.UU. de alcanzar un dominio total en el planeta, opina el experto. Tales planes solo provocan carreras armamentísticas y aumentan el riesgo de guerras regionales, que en el caso de potencias nucleares podrían pronto escalar a nivel mundial, concluye Gagnon.