Por primera vez un ataque cibernético contra cualquiera de los 28 países que forman parte de la OTAN puede ser considerado como un ataque contra toda la alianza, como si se tratara de un bombardeo por aire o tierra o una invasión, apunta 'The New York Times'.
El blanco más obvio de esta política podría ser Rusia, a cuyos informáticos culpan de haber perpetrado varios ataques cibernéticos.
Sin embargo, en vísperas de la cumbre de la OTAN que se celebrará los días 4 y 5 de septiembre, los propios aliados reconocen que les faltan especialistas calificados en seguridad cibernética. A pesar de disponer de un nuevo Centro de Seguridad Informática en Tallin, capital de Estonia, y de ejercitarse regularmente, la Alianza no tiene armas cibernéticas ni dispone de una estrategia para emplearlas.
Actualmente, los Estados Unidos y el Reino Unido están invirtiendo miles de millones de dólares en el desarrollo de programas secretos de armas cibernéticas, pero todavía se niegan a informar a otros Estados de la OTAN sobre qué armas pueden proporcionar a la organización en caso de un ataque.
La respectiva declaración sobre la seguridad cibernética será ratificada esta semana, según funcionarios de la OTAN. El documento ya fue aprobado por los ministros de Defensa de los aliados en junio de este año.
Mientras tanto, no está claro exactamente cómo cambiará la definición del artículo 'Ataque armado a un Estado miembro de la OTAN' si se aprueba la declaración sobre ciberseguridad. Tampoco se conoce qué alcance debe tener un ataque cibernético para ser considerado una agresión contra la Alianza.
"Todo va a depender del grado de exposición a los ataques cibernéticos", señaló el embajador de Estados Unidos ante la OTAN, Douglas Lute, en julio en un foro sobre temas de seguridad en Aspen (Colorado, EE.UU.).
Esta explicación genera preocupación por la posibilidad de que la OTAN pueda comenzar un conflicto armado para defender a uno de sus miembros de un ataque cibernético.