Fueron los submarinistas los que se adjudicaron una de las mayores victorias navales en la historia al hundir el portaaviones japonés Shinano, de 70.000 toneladas de desplazamiento (1944). Fueron ellos los que por la noche, casi rascando el fondo del mar con la quilla de su sumergible, penetraron a través de estrechos de Scapa Flow y lanzaron un ataque contra la principal base de la Royal Navy británica (el famoso ataque del submarino alemán U-47 de Gunther Prien, que terminó con el hundimiento del acorazado Royal Oak).
Fueron ellos los que pudieron acercarse de lleno y simular un ataque con torpedos contra el crucero pesado estadounidense Des Moines con el propio presidente de EE.UU. Eisenhower a bordo: fue la audaz operación del submarino diésel-eléctrico soviético S-360 en 1959. Y navegar, como en el caso del submarino de propulsión nuclear de la URSS K-10 en 1968, durante 13 horas seguidas sin ser detectado, por debajo del Enterprise, el más potente portaaviones estadounidense de la época. El K-10 recibió la orden de 'interceptar', seguir y simular un ataque contra el Enterprise.
Ellos fueron capaces de sumergirse hasta profundidades de un kilómetro ('el escurridizo Mike', el submarino experimental de titanio K-278 Komsomólets) y realizar en inmersión viajes desde el norte de Rusia hasta la península de Kamchatka alrededor del Cabo de Hornos sin una sola emersión (el viaje de 52 días de sumergibles K-116 y K-133, en 1966). También pudieron desplegar, sin ser detectados, un numeroso grupo de submarinos de ataque cerca de las costas enemigas (Operación Atrina de la URSS, año 1987).
El 'enemigo potencial de la URSS' tampoco dormía
El submarino británico Conqueror (el que hundió en mayo de 1982 el crucero argentino General Belgrano) pudo 'cortar' la extendida antena del sónar de un buque antisubmarino soviético (lo último que la URSS tenía entonces en tecnologías de detección submarina) y 'desaparecer' con su presa en el océano (agosto del año 1982, Operación 'Barmaid').
Los submarinistas estadounidenses pudieron 'robar' avanzadas minas durante los ejercicios en alta mar de la Marina de Guerra soviética en el estrecho entre Vladivostok y la isla de Ruskiy. Ahora conocemos el nombre del 'héroe': el submarino de Mando de Operaciones Especiales de la Marina de EE.UU. Greyback. Más tarde, el mismo Greyback pudo subir dos bombas termonucleares en el mar de Ojotsk antes de que llegara el equipo de rescate soviético cuando allí se estrelló un bombardero estratégico Tu-95 (operación Blue Sun, 1976).
Una terrible historia de tintes míticos rodea al crucero pesado estadounidense Indianapolis (hundido por el submarino japonés I-58 el 30 de julio de 1945). De haberlo hecho cuatro días antes de esta fecha, los submarinistas japoneses habrían salvado una ciudad entera: pocas fechas antes de su hundimiento el crucero transportó al atolón de Tinian, base de operaciones de los bombarderos Boeing B-29 Superfortress, componentes de materiales fisibles para un dispositivo nuclear. A partir de aquel momento la ciudad de Nagasaki fue condenada.
Incluso terminada la guerra fría las incansables tripulaciones de submarinos mantienen su polvora seca. En 1992 el submarino con casco de titanio ruso K-276 golpeó al submarino norteamericano Baton Rouge, en el mar de Barents, cerca de las principales bases de la Armada rusa. El Krab ruso (como se conocía entonces el Kostromá) sufrió daños superficiales en el puente (diseñado para romper los hielos árticos) y el submarino se vio obligado a regresar a la base. Por su parte, el submarino norteamericano sufrió un fuerte incendio, pero pudo volver a su base y fue dado de baja al año siguiente.