Con la bendición del Patriarcado Ortodoxo de Moscú, este 14 de julio inicia desde las costas de África del Norte una navegación simbólica para recorrer la ruta de retirada que la Marina Imperial y el Ejército Blanco trazaron tras dejar su último baluarte en la península de Crimea. La expedición se realiza por el Centro de la Gloria Nacional y la Fundación de San Andrés Apóstol.
La ruta atravesará los cuatro mares, pero en sentido contrario al que siguió la flota rusa en 1920: el Mediterráneo, el Egeo, el de Mármara y el Negro. El buque conmemorativo zarpará del puerto de Bizerta en Túnez, donde el gobierno colonial francés primero recibió y poco más tarde disolvió la última escuadra de la Marina Imperial. Pasará por Lemnos, la isla que actualmente pertenece a Grecia, pero que en aquél entonces era de Turquía, y por Gallípoli, la península cuya historia recuerda más la época de las cruzadas, pero también contiene una triste página dedicada al Movimiento Blanco Ruso.
Con la llegada al puerto de Sebastopol, Ucrania, los organizadores de la expedición realizarán otra acción conmemorativa del 90 aniversario del regreso de Crimea de aquellos rusos —militares, latifundistas, hombres de negocios, cosacos, artistas— que no pudieron aguantar el régimen soviético. Evocarán a todos los que formaron el más intenso éxodo ruso, justamente en la etapa final de la Guerra Civil desencadenada como consecuencia de la Revolución de 1917 y el ‘terror rojo’ de 1918.
La fuerza centrífuga de aquella oleada migrante fue tan poderosa que no solo llenó de inmigrantes rusos el territorio de Francia —asilo tradicional de todos los disidentes desde comienzos del siglo XIX— sino que esta vez arrojó a centenares de familias y personas solteras a cada uno de los países Sudamericanos. Muchos de ellos se dieron a conocer como personas destacadas y su número incluía a varios que dejaron su huella en la historia de las naciones que les acogieron.
No fueron tantos los que desde su afincamiento adoptaron al nuevo país como propio. Pero así fue conforme la evaluación universalmente admitida en Paraguay, Juan Belaieff (nacido Iván Beliáyev), ciudadano honorario de este país debido a su aporte excelente en la preparación de los oficiales del ejército nacional y en la cartografía, lo que resultó ser especialmente valioso durante la guerra por Chaco con la contigua República de Bolivia. Este oficial ruso pasó por todas las miserias durante su estancia en los trozos de la flota imperial en Gallípoli y después en Bizerta, y conservó para toda su vida los conocimientos y el espíritu belicoso que adoptó en la Academia Militar de San Petersburgo. No obstante, acabó identificándose completamente con la etnia indígena de los makás, hablándo en su idioma y adoptando sus hábitos.
Un ejemplo menos glorioso pero también muy característico de la integración de los migrantes rusos en las sociedades del Cono Sur lo representan las familias de los cosacos de Don, Krasnov y Márchenko, que se enlazaron en el suelo chileno para críar a un monstruo, Miguel Krassnoff, el exitoso militar que se hizo uno de los más crueles cómplices del capitán general Augusto Pinochet Ugarte. Nieto de uno de los más brillantes protagonistas del Movimiento Blanco, el atamán cosaco Piotr Krasnov, Miguel se vió implicado en el asesinato del ex comandante en jefe del ejército de Chile, Carlos Prats; y este hecho amargó toda su carrera bélica posterior que desarrolló durante la dictadura.
Otro militar expatriado, el teniente general monárquico Yevguéni Miller, que fue entre 1919-1920 uno de los jefes del Movimiento Blanco y encabezó en el exilio la Unión Militar Rusa, declaró al iniciarse en 1936 la Guerra Civil Española que "la Cruzada contra el comunismo empezada en España era una continuación de la Lucha Blanca". Entonces, ochenta miembros de su unión y centenas de nacionalistas rusos en forma individual respondieron a su llamamiento e ingresaron como voluntarios en la legión y otras unidades de las tropas rebeldes del general Francisco Franco.
Todas aquellas y muchas otras historias personales se arraigaron en los acontecimientos de finales de 1920, cuyo aniversario se conmemorarán ahora por los descendientes de los militares y civiles que hace 90 años iniciaron su camino más allá de las costas nativas. Para muchos, esta será una ruta de vuelta.