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La inteligencia británica infundió miedo satánico en el conflicto de Irlanda del Norte

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Exmiembros de la inteligencia británica han confesado que durante los años 1972 y 1974 infundieron miedo en la población norirlandesa sobre las supuestas prácticas satánicas de los grupos paramilitares leales a Londres para frenar su ascenso.
La inteligencia británica infundió miedo satánico en el conflicto de Irlanda del Norte
Representantes de la inteligencia británica de finales del siglo pasado han revelado que infundieron deliberadamente pánico en la sociedad norirlandesa haciendo referencia a las supuestas prácticas satánicas de los grupos paramilitares para frenar su ascenso durante el conflicto de Irlanda del Norte, informa 'The Guardian'.

De esta forma, los agentes de la inteligencia militar británica asustaban con elementos tales como misas negras, la existencia de personas poseídas por el demonio y brujería para infundir miedo entre la población como parte de una guerra psicológica contra los grupos paramilitares emergentes en el conflicto de Irlanda del Norte.

Richard Jenkins, profesor de la Universidad de Sheffield, ha tenido la oportunidad de hablar con varios oficiales de la inteligencia militar de aquella época, incluido el jefe militar de las "operaciones secretas" en Irlanda del Norte, el capitán Colin Wallace. La información obtenida está recogida en su libro 'Black magic and Bogeymen'.

En el mismo aparecen unas declaraciones de Wallace en las que reconoce que fueron ellos mismos quienes alimentaron deliberadamente un "pánico satánico" entre los años 1972 a 1974. Para ello, por ejemplo, colocaron velas negras y crucifijos del revés en edificios abandonados de algunas de las zonas de guerra en Belfast.
 
Era evidente que la Iglesia, tanto la católica como protestante, tenía una gran influencia sobre la sociedad, incluso para los diversos grupos paramilitares insurgentes  

 
Asimismo, Wallace reveló que los oficiales del Ejército filtraban a la prensa historias relacionadas con misas negras y rituales satánicos que supuestamente habían tenido lugar en diversos lugares, desde el área republicana de Ardoyne en el norte de Belfast hasta la zona este de la ciudad, controlada por los lealistas.
 
“Era evidente que la Iglesia, tanto la católica como protestante, tenía una gran influencia sobre la sociedad, incluso para los diversos grupos paramilitares insurgentes”, explicó Wallace, añadiendo que buscaban "algo que fuese realmente aborrecido por las dos comunidades y al mismo tiempo fuera algo que los paramilitares no pudieran justificar”.

Así, queda patente que la actuación de Wallace tenía dos objetivos claves. En primer lugar, debía empujar a una devota población a pensar que los enfrentamientos iniciados en Irlanda del Norte habían abierto una puerta a las “fuerzas oscuras” y que debían culpar a los grupos paramilitares por causar la violencia que desencadenó la aparición de estos hechos paranormales. En segundo lugar, esto otorgaba la ventaja de evitar que la gente saliera a la calle por las noches, especialmente los niños y los adolescentes
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