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Berlín 'reconstruye' la memoria de la caída del Muro, 25 años después
Este domingo, 9 de noviembre, se cumplen 25 años de la caída del Muro de Berlín, que durante 28 años dividió a la actual capital alemana, convirtiéndose en símbolo de la confrontación de bloques durante la Guerra Fría.
Un total de 138 personas fueron asesinadas en las inmediaciones del Muro de Berlín durante los 28 años de su existencia, incluidos soldados, ciudadanos que intentaba escapar y transeúntes, según datos del Centro de la Historia Contemporánea de Potsdam.
La última muerte durante un intento de fuga ocurrió sólo 10 días antes de la caída del muro. La incompetencia de las autoridades de la RDA y el surgimiento de la resistencia cargaron la atmósfera en la ciudad dividida a finales de los 80. Hacia otoño de 1989 el movimiento de protesta ganó fuerza y en octubre del mismo año la protesta en Leipzig fue tan masiva que las fuerzas de seguridad de la RDA no se atrevieron a emprender acciones para dispersarla.
Para muchos alemanes Harald Jäger, que en aquel entonces era teniente coronel a cargo del punto de control de la calle Bornholmer, es el hombre que abrió el Muro de Berlín. "No fui yo el que abrió el muro, fue la gente que estuvo allí. Su voluntad era tan fuerte que no hubo alternativa a la apertura de la frontera", cuenta Jäger en el artículo publicado en el sitio NPR.
Jäger, que ahora tiene 71 años, recuerda que unas 20.000 personas llegaron a la calle Bornholmer la noche del 9 de noviembre de 1989 tras oír la promesa del miembro de Politburó, Günther Schabowski, de que los residentes de Berlín del este podrían cruzar la frontera con Alemania occidental. La muchedumbre empezó a gritar "¡Abran la puerta!"
Para disminuir la tensión, los guardias decidieron dejar pasar a una parte de la muchedumbre marcando sus pasaportes de forma que no se les dejaba volver. Sin embargo, la tensión fue en aumento y a las 23.30 Jäger ordenó que sus guardias levantaran todas las barreras y cerca de 20.000 berlineses del este entraron en la parte occidental de la ciudad.
La gente que cruzaba la frontera abrazaba y besaba a los guardias y les ofrecía vino espumoso, recuerda Jäger.
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