La prisión de Guantánamo no se cierra pese a las promesas de Obama
El presidente estadounidense, Barack Obama, no ha cumplido su promesa de cerrar la prisión de Guantánamo. Aunque el mandatario se había comprometido a clausurarla en diciembre de 2009, hasta ahora no ha podido concretar una orden judicial para lograrlo.
La base de Guantánamo en Cuba, centro de torturas y 'piedra en el zapato' de la administración de Obama, continúa siendo una de las pruebas más evidentes de que la Convención de Génova y otros acuerdos no son más que adornos en el derecho internacional y en la diplomacia de cabecera.
De acuerdo con la orden ejecutiva firmada con puño y letra de Obama el 22 de enero del 2009, Guantánamo tendría que haber cerrado sus puertas en diciembre del año pasado. El mismo documento señala que en interés de la justicia internacional, los derechos humanos y el sistema legal estadounidense, el cierre inmediato de este centro de detención debe estar relacionado con la disposición apropiada de aquellos individuos que se encuentran detenidos.
Es decir que para cerrar Guantánamo, primero habría que deshacerse de los presos. Y como es tan difícil hacer desaparecer a cientos de personas, Guantánamo sigue operando impunemente. “Cada una de esas personas fue torturada, fueran inocentes o culpables, e incluso asesinadas”, lamenta Sofian Abdelaziz Zakkout, director y consejero de la organización American Muslims for Emergency & Relief.
Hasta hoy, una buena parte de los 800 individuos (no se aclara si mujeres u hombres) que permanecían detenidos bajo determinación del Departamento de Defensa, han sido dispersados a sus países de origen, a terceros países o a otros destinos totalmente desconocidos.
Por otra parte, el Gobierno Federal gastó por lo menos 500 millones de dólares desde el 2001 en Guantánamo. Estos gastos incluyen, de acuerdo con el diario Washington Post, una cancha de Volleyball de 249.000 dólares, una cafetería de 700.000 dólares y una prisión secreta dentro de la propia cárcel a un costo estimado de 2.000 millones de dólares. Por todo ello, los contribuyentes fiscales estadounidenses consideran que Guantánamo es uno de los despilfarros más escandalosos después de las Guerras en Irak y Afganistán.
La historia del infame panóptico comenzó con una declaratoria de nulidad de los derechos bajo el Convenio de Génova. En enero de 2002, el Departamento de Justicia estadounidense ordenó que la jurisdicción legal de protección tanto de las leyes estadounidenses, como de los acuerdos internacionales, no se aplicara a los detenidos en Guantánamo. Ni corto ni perezoso, el entonces presidente George W. Bush y su séquito de servidores apoyaron la medida en medio del silencio cómplice de la opinión pública.
De acuerdo con las cifras oficiales, aún quedan 178 detenidos en la prisión militar. Mientras tanto, el debate sobre su legalidad parece haber quedado en el silencio y no sólo en Estados Unidos. Lo cierto es que, inocentes o culpables, las víctimas de torturas, abusos y muertes serán para siempre testigos de que hubo un infierno llamado Guantánamo.