El Pentágono anunció a mediados de este mes de noviembre un plan multimillonario de emergencia para reparar el arsenal y la infraestructura nuclear del país: los gastos relacionados fueron estimados en, al menos, 7.500 millones de dólares en los próximos cinco años. Pero es posible que el Gobierno que llegó al poder ondeando la bandera de la eliminación de las armas nucleares en todo el mundo no se limite a la renovación del arsenal existente: "Dos décadas después de que EE.UU. comenzara a reducir su poderío nuclear en las postrimerías de la Guerra Fría, estrategas militares, científicos y líderes del Congreso instan a crear una nueva generación de bombas de hidrógeno", escribe el diario 'Los Angeles Times'.
No solo quieren que se diseñe armamento nuevo, sino también que se lleven a cabo pruebas nucleares subterráneas, algo que sucedería por primera vez desde 1992, puntualiza el diario. El argumento es el de siempre: el arsenal existente está anticuado y no es suficientemente fiable. "Debemos deshacernos de las cabezas nucleares existentes, desarrollar una nueva ojiva y probar su detonación", insistió ante 'Los Angeles Times' el presidente del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales de EE.UU., John Hamre.
El Congreso, ahora de mayoría republicana, podría estar más abierto a la exploración de armamento innovador, puntualizó, a su vez, el republicano Mac Thornberry, presidente electo del Comité de Servicios Armados en la Cámara de Representantes, que también abogó por la realización de pruebas atómicas.
Para EE.UU. no supondría ningún problema crear un arma nuclear, insistió, a su vez, Don Hicks, quien dirigió las investigaciones de armamento estratégico bajo la Administración de Reagan.
Según John S. Foster Jr., jefe de investigaciones del Pentágono durante la Guerra Fría, los laboratorios estadounidenses deben centrarse sobre todo en armas nucleares de bajo rendimiento que podrían usarse con sistemas de guiado de precisión, armas de pulso electromagnético que podrían destruir sistemas de comunicación del enemigo y armas penetrantes destinadas a destruir los blancos enterrados a gran profundidad.