Antes de que fuera rediseñado en 2005, el destructor Paul F. Foster ya había servido durante 50 años y su tecnología se había quedado obsoleta, lo que complicaba su participación en operaciones, sirviendo solo como plataforma de pruebas. Hoy en día la nave, de 161 metros de largo y 8.000 toneladas de peso, puede afrontar todo tipo de ataque, ya que usa el sistema de defensa láser y otras tecnologías avanzadas.
La configuración estructural básica de Foster y sus motores de gas son similares a los más modernos destructores de la clase Arleigh Burke. Todas estas características le confieren un cierto nivel de uniformidad física y permiten a la nave realizar más pruebas que su predecesor.
El buque cuenta con contramedidas como, por ejemplo, dipolos antirradar y dispensadores 'flare'. Las contramedidas electrónicas permiten simular los efectos 'softkill', alterando la señal electromagnética, acústica u otra cualquiera del objetivo y, por consiguiente, alterando el comportamiento de rastreo y localización de una amenaza que se aproxima (por ejemplo un misil).