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Konstantín Chaykin, un gran maestro de la relojería de Rusia

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El artesano ruso Konstantín Chaykin es conocido en Rusia y en muchos otros países por sus majestuosos relojes, que son considerados grandes obras de arte. Gracias a su talento, el maestro, de 34 años, ha llegado a ser miembro de la Academia de Relojera de Creadores Independientes.
Konstantín Chaykin, un gran maestro de la relojería de Rusia

El artesano ruso Konstantín Chaykin es conocido en Rusia y en muchos otros países por sus majestuosos relojes, que son considerados grandes obras de arte. Gracias a su talento, el maestro, de 34 años, ha llegado a ser miembro de la Academia de Relojera de Creadores Independientes.

En un principio, en la Academia pensaron que el joven relojero ruso era un oligarca peculiar que tenía a su disposición un gran equipamiento y abundante mano de obra o que contaba con una empresa enorme que se ocupaba de la producción de un solo reloj. “Pero al llegar les demostré que el reloj lo hice yo mismo. Se necesitó tiempo para demostrarles que todo lo hacía con mis propias manos y que el trabajo era de calidad superior”, cuenta el artesano.

El camino que condujo a Konstantín al mundo de las agujas y la precisión es igual de particular que sus fastuosas obras. El maestro cuenta con una formación en un área completamente diferente: tecnologías de radio. Por pura casualidad se topó con un reloj muy especial que le pareció fascinante. “Decidí vincular mi vida con cosas así. El primero que produje fue algo singular para Rusia, pero al mismo tiempo algo muy común para Occidente. La creación del segundo reloj estaba inspirada por la historia y la cultura rusas”, dice Chaykin.

El arte de la relojería requiere mucha paciencia y capacidad. Cada reloj supone como mínimo medio año de trabajo. Sólo el ensayo de la puesta en marcha puede llevar aproximadamente 1.000 horas. Un reloj de pulsera esmerado puede costar aproximadamente 5.000 dólares. Algunos de los relojes más grandes se han vendido por cerca de 300.000 dólares. Pero no es el dinero lo que atrae a los aprendices de esta industria.

Konstantín señala que es la pasión lo que les hace entregar su vida a la creación de estos precisos mecanismos. Sus esfuerzos son recompensados con la satisfacción de dar a luz a algo bello y complejo. “La Academia cuenta con muy pocos miembros ricos. La mayoría, como yo, trabajan con sus propias manos”, confiesa el maestro. “Somos artesanos que anhelamos fabricar obras maestras alguna vez y si lo logramos, es un momento de orgullo”, precisa.

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