En la ciudad india de Ayodhya, las fuerzas de seguridad están en máxima alerta, a la espera del veredicto judicial que resolverá la antigua disputa entre musulmanes e hindúes. Se trata de un territorio sagrado para ambas partes, y que fue motivo de choques sangrientos en el pasado.
Om Paraksh Pandey, propietario de un pequeño local, vive en la antigua ciudad, considerada por los hindúes como el lugar de nacimiento del dios Rama. Él dice que su negocio no funciona muy bien, ya que el antiguo conflicto entre hindúes y musulmanes hace que vengan menos peregrinos al lugar.
“El impacto es tremendo. La ciudad se considera un lugar sagrado, y si la gente no viene aquí por temor o por un menor nivel de seguridad, no podré venderles nada. ¡Cómo voy a sobrevivir!”, dice Om.
El conflicto fue originado por una mezquita construida en el siglo XVI sobre un sitio en el que supuestamente estaba ubicado un antiguo templo hindú.
Cuatro siglos después, fue derribado por los fundamentalistas hindúes en 1992, lo que provocó graves disturbios, que causaron unos dos mil muertos. Muchos temen que la historia se pueda repetir después de que el tribunal se pronuncie a favor de una de las partes.
Sin embargo, tanto los hindúes como los musulmanes opinan que la India ahora no es como hace 12 años, y llaman a calmar los ánimos.
“El gobierno tiene que presentar el veredicto, sea cual sea. Si es a favor de los hindúes, nuestros hermanos musulmanes no deben protestar. Tienen que aceptar la decisión judicial pacíficamente. Y si es a favor de los musulmanes, mis hermanos hindúes también tienen que recibirlo con gratitud”, dijo el residente local Ramesh Kumar.
Los recelos sobre posibles disturbios provocan enfado entre los habitantes de Ayodhya, independientemente de sus confesiones. Dicen que el conflicto es incitado desde afuera.
“Toda la comunidad musulmana aquí quiere paz. Sea cual sea el veredicto e independientemente de quién reciba esta tierra, estamos dispuestos a aceptarlo. Durante muchos años los partidos políticos aprovechaban los sentimientos religiosos de la gente para crear problemas y ganarse votos. Pero esta vez no permitiremos que lo logren”, comenta otro habitante local, el musulmán Muhammad Yunus Ansari.
Parece que ahora la gente en India se ha alejado de las divisiones políticas religiosas y presta atención a asuntos más importantes, como el empleo y la calidad de vida. Y aunque pocos dudan de que la parte que pierda se dirija al Tribunal Supremo, hay esperanza de que en la India del siglo XXI no haya lugar para la intolerancia religiosa.