En Rusia finalizó el concurso que seleccionó al mejor maestro escolar del país. Por segunda vez en la historia del certamen, que cuenta ya con 21 años de vida, el título de galardón absoluto (premiado con un pelícano de vidrio de plomo) se repartió entre dos personas. Fueron Mijaíl Sluch, de 46 años de edad, maestro de matemáticas durante 18 años y director de una de las escuelas de Moscú, y Andréi Garifzyánov, de 24 años, maestro de químicas y biológicas en Tula con una experiencia de 4 años.
Los ganadores no eran favoritos entre los 'corredores de apuestas': Garifzyánov porque es demasiado joven y Sluch porque es de la misma escuela que Mijaíl Starodúbtsev, maestro ganador del concurso en 2008. Sin embargo, consiguieron ambos llegar al pedestal de honor.
Días después de recibir Mijaíl Sluch el título de mejor maestro de escuela en Rusia, le hemos pedido dar algunas detalles de cómo se ha metido en esa aventura y como aquella ha cambiado su vida.
RT: Mijaíl, ¿cómo decidió hacerse maestro de escuela?
Mijaíl Sluch: De profesión soy ingeniero–programista. Terminé la universidad en plena época de la Perestroika, en 1986. En la escuela trabajo desde 1992. Estos 6 años fueron un período bastante duro en la historia de Rusia, la vida cambiaba muy drásticamente. Aparecieron los primeros negocios privados y yo participé también en uno, aunque era científico.
Me doy cuenta de que la decisión de cambiar una situación económica bastante estable y ejercer la pedagogía fue bastante rara: en 1992 el salario de un maestro no bastaba ni para sobrevivir.
Además, yo fui a una escuela que todavía no existía. Las autoridades capitalinas nos dieron un edificio bastante arruinado y, antes de poner en marcha las clases, tuvimos que llevar a cabo obras 'capitales'. Como no teníamos una financiación suficiente, lo hacíamos con nuestras propias manos. Así que, antes de transformarme en un maestro, tuve también una experiencia como obrero de la construcción y pintor.
Creo que mi motivo era encontrar 'lo mío'. No desarrollar una carrera máximamente exitosa y 'llana', sino encontrar algo que me interesara de verdad.
Cuando oigo que alguien soñaba desde la infancia con dedicarse a su profesión y trabaja en ello durante toda su vida, siempre me quedo muy sorprendido: pero ¿por qué en la vida de esta persona no hubo nada que le diera la oportunidad de recibir otra experiencia también? Para que pueda probar su vocación.
RT: Cuando tomó una decisión tan drástica, ¿le pareció difícil el cambio? ¿Le daba miedo entrar por primera vez en clase?
MS: No, para dar una clase, no. Pero el proceso de incorporarse a la vida escolar me costó mucho. Incluso ahora me dan sudores fríos cuando recuerdo algunos episodios de aquel entonces.
La primera vez que tuve que asistir a una reunión en la escuela vecina y presentar un informe con mis ideas y recomendaciones metódicas sobre la técnica de enseñanza de las matemáticas, experimenté unas emociones inolvidables.
Recordándome a mí mismo aquellas horas, viene a mis mejillas un extenso rubor de vergüenza... "¡Dios mío, qué majaderías he soltado!", pensaba yo viendo los ojos de los que me estaban escuchando. Cada minuto entendía más y más que todo lo que estaba diciendo era un absurdo insuperable. Fue una emoción muy fuerte.
RT: De los sudores fríos al título de mejor maestro, hay toda una evolución. Tras obtener el título, ¿cómo combina sus funciones profesionales directas con las derivadas de este galardón?
MS: Yo miro con cierto sentido del humor el título que he obtenido porque está claro que un concurso no puede identificar al mejor maestro, depende mucho de la suerte y de algunos criterios bastante subjetivos. Estoy segurísimo de que todos mis colegas que trabajan en esa escuela en alguna esfera de sus actividades profesionales son mucho más competentes que yo.
En cuanto a cumplir ahora con mis funciones derivadas directamente del premio tengo cargo de conciencia en muchos sentidos. Estoy muy agradecido a mis colegas y me siento muy, pero muy avergonzado –si no cada minuto, cada día seguro que sí– por la situación en la que les he metido porque ahora tienen que trabajar más mientras yo estoy ocupado con estas otras cuestiones.
Marina Mash, RT