Durante los años de la 'Gran Depresión' la estratificación en la sociedad norteamericana aumentó considerablemente. Cerca del 24% de todos los ingresos en Estados Unidos afluyen al 1% de los americanos más ricos. Les pertenece a los mismos alrededor del 34% de toda la propiedad en el país, mientras que el 90% (todos los ciudadanos por debajo de la clase media alta) poseen en su conjunto menos de una tercera parte de los bienes muebles e inmuebles.
Tales cifras resonaron en los dos informes principales ante los participantes del seminario 'Estados Unidos de Desigualdad', organizado por la fundación La Nueva América en Washington. La discusión tuvo como objetivo aclarar las causas de la denominada gran diferenciación de la sociedad por los niveles de ingresos en los últimos 30 años.
El reportero de la revista Slate, Timothy Noah, expuso las conclusiones de una investigación más bien científica que periodística al respecto, puesto que fueron sacadas de la aplicación del análisis regresivo y otros métodos matemáticos a una base de datos estadística. Noah destacó que la desigualdad no se había incrementado de forma semejante desde la conocida quiebra bursátil de 1929 y el consecuente comienzo de la 'Gran Depresión' en el país. Por eso fue lógico preguntarse sobre la coincidencia de la coyuntura económica, administrativa y social de aquella época y el momento actual que favoreciera a cambios tan similares.
Tras haber examinado una decena de factores distintos, el analista ha llegado a la conclusión que la discriminación por los indicios de raza y de género, en este caso, no tiene ni menor peso. Al contrario, se reduce consecuentemente el atraso de las mujeres por el nivel de los ingresos en comparación con los hombres, al tiempo que los afroamericanos estadísticamente no se diferencian de sus conciudadanos blancos.
El propio investigador quedó sorprendido de los resultados de su trabajo que centraron los motivos del ahondamiento de la desigualdad en: la caída del movimiento sindical en el país y las faltas en el sistema de enseñanza pública. Además, el reportero nombró como las causas del problema la avidez de los 'estraperlistas' de Wall-Street y en el mando de los consorcios norteamericanos. Esta vez no se sabe si el énfasis en los dos últimos factores fue fundamentado en un método estadístico o en nociones puramente éticas del autor.
Una tendencia lamentable hacia el tercer mundo se procesó en el hecho de que EE. UU. ahora tiene un nivel de la desigualdad de fortuna más alto que en Guyana, en Nicaragua o en Venezuela. Para Noah fue especialmente desagradable admitir que su nación se está retrasando con respecto a muchos países desarrollados del mundo —Alemania, Australia, Canadá y Francia— en el parámetro de la movilidad social. Esto supone cierta reducción no solo en los bienes materiales, sino también en las posibilidades para el desarrollo individual, lo que había sido comprendido, según el conferenciante, como “el corazón de la experiencia americana”.
Sobre el mismo tema de desigualdades habló el líder de una de las mayores agrupaciones sindicales de EE. UU., Tom Woodruff. Conforme a sus palabras, la situación actual socioeconómica en el país es pésima en la retrospectiva de casi un siglo. La crisis global 'ha devorado' en 17 trillones de dólares de las riquezas nacionales, con tal efecto que cada quinto niño vive en la pobreza, mientras unos 30 millones de americanos no tienen trabajo o padecen de subocupación.
A diferencia de Timothy Noah, el segundo ponente remarcó que los afroamericanos habían perdido un 77% de sus bienes, debido a la depreciación de los inmuebles. Al mismo tiempo cada séptima familia se encuentra bajo la amenaza de la pérdida de la vivienda.
Todo lo enumerado coincidió con el crecimiento del 17% de la remuneración de los banqueros de Wall-Street en forma de primas: todo a cuenta de los contribuyentes. Aumentó un 16% el número de millonarios nuevos. Los altos dirigentes de aquellas empresas que realizaron los despidos más masivos, disfrutaban de los ingresos más altos.
Las conclusiones que surgen de la serie de parámetros estadísticos mencionados por Woodruff, son evidentes, yacen en el campo ético. Por eso no parece extraño que colocó como síntesis de su ponencia los datos sociológicos sobre el aspecto moral de la sociedad estadounidense que se expresó en un sondeo, de acuerdo con el cual el 50% de los americanos contaban que sus hijos vivirían peor que ellos.
“Siempre ha sido este el sueño americano: si trabajas obstinadamente y observas las reglas, tus hijos tendrán un futuro mejor —señaló el líder sindical—. Ahora esta esperanza nos está abandonando”.