En la taiga siberiana un grupo de rescatistas descubrió a seis ermitaños que habían partido en peregrinación hace dos años. Habitaban en cabañas y no tenían ni productos alimenticios, ni ropa de abrigo; una mujer usaba silla de ruedas y otros padecían de múltiples enfermedades de todo tipo. La primera reacción a la llegada de los rescatistas fue de resistencia a salir del refugio.
La historia empezó en el 2008, cuando 50 ciudadanos de Samara (cinco de ellos niños), miembros de una comunidad religiosa liderados por un monje, salieron en peregrinación. Durante dos años, uno a uno los peregrinos regresaban a casa y al final se quedaron sólo estas seis personas.
En octubre de 2010, a la policía local le llegó un mensaje de alarma sobre la desaparición de seis peregrinos.
“La ruta fue casi alpina”
Los socorristas buscaron a los ermitaños casi un mes, incluso desde un helicóptero. Al saberse que se encontraban en los montes de Siberia, un grupo de rescatistas partió inmediatamente al lugar.
“Primero utilizamos el motonieve Burán, después seguimos caminando. La ruta allí fue casi alpina, 80 kilómetros trepando por las rocas. Además, hacía un tiempo tremendo, en la altura nos esperaba una dura nevasca”, recuerda uno de los rescatistas, Nikolái Angarjaev.
"De momento los rescatistas y policías tratan de persuadir a los peregrinos para que regresen hacia la vida civilizada. Tres de ellos acordaron salir del refugio, con otros tres todavía discuten”, informó el portavoz del departamento local del Ministerio de Emergencias.
Se espera que en poco tiempo los ermitaños sean evacuados de la taiga en un helicóptero.
“Si voy con él, se salvará mi alma; si me quedo, me encontraré en el infierno”
Elena Kelnij, ciudadana de Samara de 28 años, formaba parte de la comunidad religiosa que partió con el monje Konstantín. Fue una de las primeras personas que regresaron a casa y fue la que envió el mensaje de alarma a la policía. La mujer afirma que, en este caso, se trata de una secta.
“Mi tía resultó involucrada en la secta del monje Konstantín en 1992, cuando él era un obispo común y corriente en la Iglesia ortodoxa. Un día le conocí y caí muy rápido bajo su influencia. Cuando generó la idea de salir para la taiga su propuesta fue sin compromiso: si voy con él, mi alma se salvará; si me quedo, me encontraré en el infierno. Por supuesto, elegí la taiga. Mi madre temía mucho perderme, por eso vendimos nuestro piso y salimos juntas”, cuenta Elena.
Sólo en la taiga la joven comprendió que el hombre no era ortodoxo, a pesar de que tenía los documentos que confirmaban su pertinencia al clero. Elena afirma que utilizó los métodos propios para cualquier secta de "someter a la influencia".
El escándalo del 2007: 29 personas cavan una cueva con sus propias manos y se refugian allí en espera del apocalipsis
Este caso con los habitantes de Samara no es el primero de su tipo en Rusia. En 2007, en la región de Penza, 29 miembros de una secta cavaron una cueva con sus propias manos y se refugiaron allí con sus niños. Su “profeta”, Petr Kuznetsov, les predijo el apocalipsis para la primavera del 2008. Cuando los policías trataron de hacerles salir, taparon la entrada de la cueva y amenazaron con volarse ayudados con balones de gas si no les dejaban en paz. Según comentaron, morir para ellos significaba recibir una vida feliz en el cielo.
Después de más de medio año de resistencia, durante el cual fallecieron dos mujeres, el grupo salió a la superficie.
¿Conoce alguna historia parecida? ¿Hace falta persuadir a los que buscan aislamiento para regresar a la vida civilizada? Si tiene algún comentario sobre esta cuestión, RT le ofrece su espacio para ello.