Con el inicio del 2011, Estados Unidos cumplirá 10 años de guerra en Afganistán. Este conflicto dura ya más tiempo que la Segunda Guerra Mundial. Las acciones militares se cobran no sólo las vidas de los soldados y compatriotas, sino también miles de millones de dólares anuales del presupuesto, causando cada vez un mayor descontento popular entre los estadounidenses.
Muchos analistas consideran que EE. UU. debería poner fin a su campaña en Afganistán. “Es una guerra mal conducida. Necesitamos lo más rápido posible salir de ese país”, comenta Katrina Vanden Huevel, editora del periódico The Nation.
Parece que los recursos que se invierten en la confrontación no tienen fin. Según el periodista Tom Engelhard, en la guerra de Afganistán se han gastado cerca de 375.000 millones de dólares, y eso sin contar algunas inversiones básicas como la asistencia a los soldados en el futuro.
El problema es que a menudo la corrupción impide que esta enorme suma que se gasta también en los proyectos de reconstrucción o suministros de armamento se emplee en aquello para lo que estaba destinada en un principio. La organización Transparency International informa que Afganistán ocupa el segundo lugar en la lista de países más corruptos después de Somalia.
“The Wall Street Journal informó de que unos 10 millones de dólares salen a diario del aeropuerto de Kabul. El PIB de Afganistán es tan sólo de 13.000 millones de dólares. ¿Cómo es posible que esta suma simplemente salga del aeropuerto de la capital?”, se pregunta Tom Engelhard.
El pasado 7 de enero el Departamento de Defensa de Estados Unidos anunció un significativo recorte del presupuesto militar y la reducción de tropas. Se espera que esto influya en la campaña militar en Afganistán, ya que EE. UU. anuncia su disposición a entregar el control total de la seguridad afgana a las autoridades locales. Sin embargo, el fin del conflicto todavía es difícil de divisar.