Tres estados del mundo árabe formaron un eje de protesta popular contra la inalterabilidad de sus élites políticas. La ola que impulsaron los tunecinos no abandonó el país, pero pasando por Egipto llegó este jueves a Yemen, donde las manifestaciones resultaron ser incluso más numerosas.
Más de 10.000 personas convocadas por los principales partidos y grupos de la oposición se congregaron en cuatro plazas de la capital yemení para exigir que el presidente del país, Ali Abdalá Saleh, no se presente para una nueva reelección. La propia oposición se consolidó en un Comité Conjunto para realizar una serie de actos de desacuerdo y también de desobediencia, si las autoridades no les oyeran.
“El presidente de Túnez salió tras 20 años en el poder, 30 años para Yemen es más que bastante”, denunciaron las pancartas y los portavoces de la muchedumbre que se registró ante la Universidad de Saná, la capital yemení. Históricamente hablando, el término en el poder de Zine el Abidine Ben Alí en el país magrebí sublevado a los mediados de enero fue de 23 años. Alí Abdulah Saleh, quien gobernó la república de Yemen del Norte a partir de 1978 y hasta su reunificación con Yemen del Sur en 1990, desde entonces ha ocupado la Presidencia nacional sin alternancia, de tal modo que este es su año trigésimo tercero en el sumo puesto estatal.
Al igual que en Túnez, las fuerzas de seguridad de Saná no han logrado apaciguar, desde hace semanas, los protestas estudiantiles, aunque disolvían en varias ocasiones algunos mítines espontáneos y poco numerosos en el distrito del campus. De pretexto inmediato para la activación del movimiento antigubernamental sirvió la audiencia del Parlamento en la que se ventilaban las enmiendas a la Carta Magna que abrieran a Saleh —este experimentado político de 68 años— el camino hacia la Presidencia vitalicia.
El Ejecutivo yemení hasta el momento descarta que pueda reproducirse en la nación la revuelta popular de tipo tunecino. Aseguró que su país “es diferente de Túnez: hay pluralismo político y democracia en un marco pacífico”. “El ministro de Interior, Mutahar Rashad al Masri, se comprometió en una entrevista citada por la agencia EFE a no emplear la fuerza contra los manifestantes, siempre que “actúen dentro de la ley”.
Egipto que entró el jueves en una nueva jornada de protestas contra el Gobierno de Hosni Mubarak, reservó el máximo caldeamiento de los enfrentamientos para el día siguiente, que será festivo acorde a la tradición mahometana. La jefa de la diplomacia de la Unión Europea, Catherine Ashton, instó a las autoridades egipcias a que “respeten completamente y protejan” los derechos de sus ciudadanos a manifestar sus aspiraciones políticas por medio de “manifestaciones pacíficas”. Pero el problema es que la violencia también pesa cada día más a las calles de El Cairo y no solo por culpa de los policías.
Por lo menos, conforme a los expertos orientalistas, el levantamiento popular, puso fin a cierta perspectiva de que el presidente Hosni Mubarak entregue el sumo poder a su hijo Gamal. Aunque ambos Mubarak ni han hablado abiertamente de la probable sucesión a la Presidencia del país, los rumores acerca de tal posibilidad podrían ser uno de los principales factores de la actual explosión popular.
En Túnez, la propia fuente de la ola de 'ira popular', fue convocada el jueves una huelga general en protesta contra la permanencia de los miembros del gabinete del prófugo presidente Abidine. Se inició precisamente en aquella región de Sidi Buzid, en donde el joven vendedor ambulante Mohamed Buazizi se inmoló prendiéndose fuego, lo que dio un fuerte auge a las protestas sociales.