Sea ahora o más tarde, ya está claro que Mubarak dejará el poder en Egipto definitivamente. Según declaró el mandatario en sus mensajes a la nación, ni él ni su hijo menor, Gamal Mubarak, anteriormente su heredero 'oficial' en el cargo presidencial, se presentarán a las próximas elecciones de septiembre de 2011.
Aziz Jaber, miembro del Centro Iraquí de Investigaciones Estratégicas, comenta que la mayor consecuencia de la ola de disturbios que afectan hoy en día al mundo árabe es que sus pueblos dejan de 'temer' a sus líderes y eso es "un cambio cardinal de la historia árabe".
Mientras tanto, la mayoría de los politólogos acentúa que si Mubarak agota su mandato hasta septiembre, el escenario que dejará será óptimo tanto para Egipto como para Occidente. Por un lado, el presidente logrará mantener un perfil 'alto' y no ceder ante la presión, según opina Gueorgui Mirski, especialista del Instituto de Economía Mundial y Relaciones Exteriores. Además, los seis meses que le quedan serán un plazo suficiente para lanzar las reformas, llegar a un acuerdo con la oposición y preparar a alguno de los miembros más fiables de su equipo para sucederle.
Por otro lado, esta variante favorecería también a la oposición: podrían definir a los líderes más fuertes de sus partidos y promoverlos, organizar campañas electorales debidamente e impedir que llegue al poder el movimiento radical Hermanos Musulmanes.
En cuanto a las perspectivas de la política internacional, es bastante obvio que cualquier régimen que llegue después de Mubarak debilitará la influencia de EE. UU. en Oriente Medio. Israel, en cualquier variante, se verá obligado a cambiar su política hacia el Estado Palestino.
Para Irán será un gran alivio: durante un cuarto de siglo, Mubarak fue el mayor opositor de Teherán en el mundo árabe. A su vez, recibirán más apoyo las fuerzas antiestadounidenses en Irak, comenta el politólogo sirio Muhammad Kheyr El Vadi.
En cuanto a los posibles candidatos a la Presidencia de Egipto, los expertos internacionales nombran a cuatro principales: Mohamed el-Baradei (1942), galardonado con el Premio Nobel de la Paz en 2005 y exdirector de la OIEA; Omar Suleiman, exjefe del Servicio de Inteligencia del país y actual vicepresidente; Amr Moussa (1936), actual secretario general de la Liga de Estados Árabes; o algún líder del movimiento islamista radical Hermanos Musulmanes, que a día de hoy está prohibido oficialmente en Egipto al ser considerado extremista. Los medios de comunicación occidentales plantearon una quinta posibilidad: restablecer la monarquía en Egipto e invitar a gobernar al último rey del país, Fuad II, aunque esta variante casi nadie la toma en serio.
Amr Moussa. A su favor está su autoridad en el mundo árabe -lo que prueba su puesto actual- y su fama de político muy racional y experto que sabe encontrar compromisos.
Omar Suleiman. Los politólogos comentan que, cualquiera que sea el desarrollo de la situación actual -renuncie Mubarak ahora o expire su mandato automáticamente en septiembre-, Omar Suleiman es una de las candidaturas más probables para encabezar el país, tanto en calidad de jefe del Gobierno de transición como de presidente legítimo tras las elecciones. El vicepresidente actual tiene crédito entre los militares y diferentes partidos políticos, así como entre los empresarios del país. Durante los disturbios, su postura le sigue trayendo popularidad tanto en Egipto como en Occidente. Fue él quien ordenó al Ejército que no abriera fuego contra los manifestantes una vez que estallaron los disturbios. Le pertenece también la iniciativa de iniciar negociaciones con la oposición.
Según comenta Evgueni Satanovski, presidente del Instituto ruso de Oriente Próximo, Suleiman parece ser el único pretendiente que podría llevar la estabilidad a Egipto sin permitir al mismo tiempo que gane peso el movimiento radical Hermanos Musulmanes. En el Ejército de Egipto tradicionalmente reinan las tendencias antirradicales. Según varios expertos, esto podría ser parte de una buena solución también para las relaciones entre Egipto e Israel: los militares no están buscando un conflicto abierto con el Estado hebreo.
Mohamed el-Baradei. El-Baradei es una de las figuras más activas de la oposición estos días y atrae la máxima atención de los medios de comunicación internacionales. Occidente se fía de él, tiene experiencia en las negociaciones con los islamistas y su autoridad es reconocida en todo Oriente Medio.
Pero varios expertos acentúan que El-Baradei no estuvo en su país natal más de 20 años, las calles egipcias no le conocen, con lo que no podrá llegar a dirigir a las autoridades de transición independientemente. Le consideran 'un velo' para los islamistas radicales, que en estos momentos de disturbios quieren penetrar a través de él en el Gobierno interino y echarle fuera poco después, para establecer en el país su propio régimen.
Hermanos Musulmanes. Existe también otra opinión. Las nuevas autoridades del país se enfrentarán a numerosos problemas muy complicados que solo podrán ser solucionados a largo plazo y el grupo Hermanos Musulmanes entiende que llegar ahora al poder no les beneficiará, comenta Alexandr Ignatenko, presidente del Instituto ruso de Religión y Política. Ignatenko subraya que una vez fracasaran las medidas del nuevo Gobierno, el movimiento ofrecería al país un nuevo rumbo.
Al parecer, la declaración de este viernes de Mohammed al Beltagi, uno de los líderes del movimiento, en la cadena Al Jazeera confirma la teoría de que los islamistas no están interesados en las próximas elecciones. "Hemos dicho claramente que no tenemos la ambición de optar a la Presidencia ni a ningún puesto en un Gobierno de coalición", proclamó.
En caso de que los islamistas radicales logren finalmente gobernar el país, esto dividiría a la sociedad, comenta Hussein abu Bakr Usef, observador político del servicio árabe de la cadena RT. Egipto cuenta con una numerosa comunidad cristiana: uno de cada 10 ciudadanos del país es copto.
Por otro lado, incluso si Hermanos Musulmanes encabezaran el Gobierno, tendrían que garantizar estabilidad y crecimiento económico en el país. Y eso definirá su política tanto interior como exterior. Pero la estabilidad será imposible sin vínculos comerciales con Israel y la ayuda financiera estadounidense.
Sin embargo, otros descartan la posibilidad de la llegada de los radicales al poder. Los factores principales son la influencia del Ejército y el hecho de que el movimiento no tiene un líder fuerte.
Fuad II, el último rey de Egipto. Su candidatura es la menos probable. Ha sido el propio Fuad II en persona quien ha declarado oficialmente que no va a luchar por restablecer la monarquía en Egipto, aunque fuese constitucional.
Fuad II ascendió al trono el 26 de julio de 1952, con seis meses de edad, tras el golpe de Estado que derrocó a su padre, Farouk I. Nunca fue coronado formalmente. Al proclamarse oficialmente la república en Egipto, toda la familia real huyó del país. La primera vez que Fuad II visitó su patria fue en 1991.
El último rey comenta que en el país no hay nostalgia que hubiera hecho posible la vuelta hacia el pasado. Indicó que hoy en día la nación vive de otras realidades.