Rusia se prepara para unas elecciones muy especiales: en sólo unas horas los ciudadanos del país podrán votar por la mascota de los Juegos Olímpícos de Invierno de 2014 en Sochi.
Entre los candidatos a este derecho exclusivo figuran un delfín, una liebre, osos y hasta el Abuelo del Frío. Los resultados de la votación se conocerán a finales de febrero.
Todavía quedan unos años hasta la celebración de este evento deportivo, pero algunos ya ponen a prueba las pistas rusas, eligiendo para su conquista, por ejemplo, otro símbolo del país: el pico Elbrus, la montaña más alta de Europa, situada en el Cáucaso ruso.
Los circuitos de ese lugar, considerados de una elevada dificultad, atraen actualmente a muchos amantes de los deportes extremos. Según afirman los aficionados, es posible encontrar pendientes de las que uno puede descender durante tres horas. El hecho de tener unas montañas tan apropiadas para practicar los deportes de invierno ha convertido a la zona del Elbrus en la sede del Campeonato de Esquí Alpino de Rusia en 2010.
"Esta ruta para esquiadores es la mejor que hay en el país hoy en día. Con un buen mantenimiento de este lugar aquí se pueden organizar competiciones internacionales de descenso de velocidad del más alto nivel", opina el entrenador Konstantín Zagrebenko.
Sin embargo, no siempre fue así. La región estuvo prácticamente abandonada después de la caída de la Unión Soviética. En aquel momento, a pesar de que este era uno de los sitios más populares y queridos por muchas personas, las autoridades no invertían dinero en su mantenimiento. La situación ha cambiado radicalmente en los últimos años con la captación de nuevos recursos y la construcción de estaciones deportivas y de una pista moderna, gracias a las cuales más de 130.000 turistas de numerosos países visitaron la zona caucásica sólo en 2009.
La administración local no oculta que todavía tropieza con muchas dificultades. Por ello, aún no puede acoger a aquellos clientes que prefieren alojamientos de cinco estrellas. Sin embargo, están seguros de que sí saben dar una cálida bienvenida a los visitantes que optan por paradores sencillos, pero que corresponden a los estándares europeos y, además, ofrecen servicios a precios bastante asequibles.
Mientras tanto, lo que más atrae a los turistas es la hospitalidad de la población local. "Aquí conviven varias etnias diferentes. Son distintas y autóctonas. Los lugareños hacen todo de corazón. Es un pueblo muy hospitalario", según Oslán Afóunov, el Ministro de Turismo de la república caucásica de Kabardino-Balkaria.
Las antiguas tradiciones de esta región obligan a sus habitantes a hacer que un invitado se sienta como si estuviera en casa. La cocina típica, el colorido local y el aire puro hacen que mucha gente quiera volver a las montañas del Cáucaso ruso una y otra vez.