El número de víctimas confirmadas del terremoto de Christchurch, Nueva Zelanda, superó el centenar, mientras que más de 220 personas continúan desaparecidas. Entre los cuerpos recuperados sin vida, hay muchos que están quemados, lo que impide su identificación dactilar. Además, en general, el proceso se está alargando debido a la necesidad de contrastar las muestras de ADN con las de los familiares de los desaparecidos.
“Tememos que la cifra final de muertos podría ser mucho mayor que la que esperábamos”, afirmó en televisión el primer ministro neozelandés, John Key, citado por la agencia EFE. Desde el miércoles, los equipos de rescate no han vuelto a encontrar signos de vida debajo de los escombros y tienen cada vez menos esperanza de encontrar supervivientes.
Se cree que hasta 100 personas están enterradas bajo las ruinas de la sede de la cadena local CTV, entre ellos una veintena de estudiantes de intercambio japoneses, periodistas y policías que intentaron evacuar el edificio después de los primeros temblores. La Policía municipal ya les ha dado por muertos, a raíz de que es demasiado peligroso seguir adelante con la operación de rescate.
Al mismo tiempo los expertos en salvamento de Japón, que acaban de llegar a Christchurch, siguen peinando los escombros con la ayuda de perros adiestrados. Los reporteros del mismo país han actuado valientemente en su área profesional: dos de ellos fueron detenidos por la policía local, cuando se colaban en un hospital para entrevistar a los heridos. Las autoridades aceptaron la ayuda de los servicios de emergencia de Japón, Estados Unidos, Gran Bretaña, Singapur y Taiwán.
El alcalde de Christchurch, Bob Parker, señaló que el temblor de 6.3 grados en la escala de Richter ha causado un destrozo irreparable al centro histórico de la ciudad, lleno de antiguos edificios coloniales. En particular, cedió el campanario neogótico de la Catedral del Salvador, del siglo XIX, que históricamente dio el nombre a la localidad y se consideraba su edificio más emblemático.