Las millares de tarjetas de residencia permanente en Estados Unidos o “Green Card”, entregadas anualmente por el Departamento de Estado, es para miles de personas el paso anhelado a una nueva vida, pero a menudo los derechos de esta gente se ven reducidos: sus diplomas no sirven para nada y tienen que buscar un empleo no acorde con su preparación académica para poder ganarse la vida.
“Estas personas buscan el “Sueño Americano”; en la mayor parte de los casos, los ganadores de la lotería de la residencia permanente vienen con un título profesional desde sus países de origen y piensan que EE.UU. es el país adecuado para lograr lo que se proponen en la vida”, dice Nicole Cicerani, directora ejecutiva de Upwardly Global, reclutadores de trabajadores inmigrantes calificados.
La famosa “Green Card” o “Tarjeta Verde”, es una visa para la Diversidad Inmigrante, programa establecido en 1995 por el Congreso estadounidense que otorga 50.000 visados anuales de residencia, trabajo o estudios a los extranjeros de ciertos países con bajas cuotas migratorias hacia EE.UU.
Sin embargo, de aquellos que resultaron favorecidos en esta popular lotería de visados, muchos no tienen la oportunidad de cumplir sus objetivos de un futuro mejor. Es el caso de Alberto Capitel, ciudadano de origen cubano, que ganó el sorteo de la "Tarjeta Verde" hace más diez años y se mudó a Estados Unidos inmediatamente, pero tras la alegría inicial se dio cuenta de que no todo era tan fácil y bueno como se había imaginado.
Pese a llegar con 54 años de edad, con esposa e hijos, su título universitario de Cuba no tenía valor alguno; además, algunos empleadores estadounidenses consideraban que la experiencia laboral de Alberto no bastaba como para darle un puesto de trabajo bien remunerado.
“Yo tenía una fábrica de zapatos y era Administrador de Negocios, pero me dijeron que nada de esto servía aquí, pero como necesitaba trabajar me puse a hacer cualquier cosa con tal de poder mantener a mi familia, de ese modo, de ser el dueño de la fábrica de zapatos, pase a ser un zapatero”, lamenta Alberto.
En términos de movilidad social, los títulos o la experiencia laboral de los extranjeros muchas veces no valen para nada en territorio norteamericano. Y es que la mayor parte de los empresarios nacionales buscan candidatos que sean personas formadas y especializadas en el contexto económico e industrial del país.
“Vemos una espiral negativa para los inmigrantes con educación superior. Por ejemplo, no sorprende ver a un médico o a un ingeniero trabajando de lavaplatos o taxista en EE.UU.”, comenta Luna Ranjit, directora de la organización de Derechos Humanos Adhikaar.
Otros señalan que esta situación se debe al rechazo estadounidense hacia los extranjeros, una forma de “castigo cordial” de cara a la integración social de este colectivo.
“El Americano prefiere que sus empleados o que las personas que componen la sociedad y vienen al país hablen inglés y que se integren tempranamente en el funcionamiento de este país mediante recursos educativos, profesionales, entre otros… esto es preferible siempre”, explica Grisel Ybarra, abogada de inmigración.
Sin embargo, a pesar de las dificultades socio-económicas a las que se enfrentan los extranjeros en el país, las cifras federales indican que el número de postulantes para la lotería de la "Green Card" no hace sino incrementarse por millones cada año.
De acuerdo a los servicios de inmigración, cada año, desde octubre hasta noviembre se estima que 10 millones de personas en todo el mundo envían sus peticiones para las Visas de Diversidad Inmigrante.