El flanco radical de la oposición chiíta en Bahréin formó la Coalición por la república, cuyos integrantes están decididos a luchar por la destitución de la dinastía monárquica de al Jalifa. En la coalición ingresaron tres grupos, considerados por los politólogos como extremos, y que supuestamente gozan de un apoyo popular bastante reducido: el partido islámico Al Wafa, El Movimiento por la libertad y la democracia Al Haq y el Movimiento por la liberación de Bahréin, con sede en Londres.
Hasta hoy, la oposición se había centrado en pedir la renuncia del primer ministro, el jeque Jalifa bin Salman al Jalifa, tío del actual rey, Hamad bin Isa, perteneciente a la misma dinastía, que ocupa el cargo desde hace 40 años. También exigía la introducción de reformas constitucionales y que el poder legislativo lo ejerza un parlamento independiente votado por el pueblo. En una rueda de prensa en Manama, el secretario general del Haq, el ex preso político Hassan Mshaima, explicó que la postura de la coalición sí difiere con lo exigido hasta ahora por la oposición, porque “se fundamenta en las demandas proclamadas por los manifestantes en la calle”.
“Esta coalición tripartida está por el derrocamiento del actual régimen en Bahréin y por el establecimiento de un sistema democrático republicano”, aseguró Mshaima, quien volvió a Manama desde Londres, tras la amnistía proclamada por el rey a finales de febrero. “La monarquía no consiguió suprimir la revolución mediante la fuerza, ahora intenta atribuirse a sí misma las exigencias legítimas del pueblo, además de sembrar el caos”, indicó Mshaima.
El político disidente no ofreció detalles sobre el tipo de república que querían construir (laica o islámica de la misma índole que Irán, cuyos líderes también la consideran como un estado democrático) y si existía cierta unidad al respecto entre los integrantes de la nueva fuerza política. Además se solidarizó con los organizadores del mitin delante de la embajada de Estados Unidos en Bahréin, que se celebró en la víspera de esta declaración política y cuyos participantes condenaron la práctica de dobles estándares de Washington. La manifestación, que reunió a centenares de personas, expresó la indignación porque EE.UU. “no apoya el movimiento por los cambios en el reino como lo hicieron en Túnez o Egipto”.
En realidad Estados Unidos se limitó a hacer un llamamiento de “responder a los anhelos de la población”, celebrando los esfuerzos del rey Hamad bin Isa al Jalifa para reducir el grado de tensión dentro de la sociedad. Pero uno de los puntos claves de la agenda de los manifestantes es un gobierno representativo, fruto de unas elecciones, pero esta exigencia aún está sin satisfacer.
Según reconocen varios expertos británicos que residen en la península de Arabia, el desarrollo de la situación en Manama está bajo la vigilancia permanente de las autoridades del vecino reino Saudita. Existen ciertos temores de que el ejemplo de la oposición en el emirato isleño pueda contagiar a la minoría chiíta en la provincia Oriental de la propia Arabia, que es la principal región petrolífera del estado. Estos temores ya indujeron al rey Abdalá bin Abdelaziza a desplegar los tanques a lo largo de la única carretera que comunica Bahréin con el continente.
La fundación de la Coalición por la república es una muestra de la radicalización del movimiento opositor. De acuerdo con los politólogos, este paso podría poner en alerta a los miembros de la dinastía gobernante y obstaculizar las negociaciones que lleva a cabo el príncipe heredero, Salman bin Hamad. La reciente declaración incrementa la probabilidad de que fracase el diálogo y se produzcan nuevos enfrentamientos durante la marcha hacia el palacio real, planteada por la oposición y que se efectuará dentro de pocos días.