Mientras que las preocupaciones y el pánico mundial se centran en los acontecimientos en Fukushima-1, los '180 héroes de Fukushima', —como los denomina la prensa nipona—, sacrifican sus vidas para no perimtir que se produzca la fusión total del núcleo, que puede provocar la fuga de miles de toneladas de combustible radioactivo y poner en peligro la vida de millones de japoneses.
Los pocos detalles sobre lo que pasa en Fukushima que salen a luz ponen los pelos de punta. Ya han fallecido cinco empleados desde el sismo del 11 de marzo y otros 22 han resultado heridos, 11 de ellos tras la explosión en el reactor 3. Dos permanecen desaparecidos. A los muertos los sustituyen voluntarios. Según la prensa nipona, que logró comunicar con uno de los trabajadores que siguen en Fukushima-1, el trabajador dijo que no tenía miedo a morir, pues tenía que cumplir su deber, su trabajo.
De hecho son suicidas, y son la última barrera entre el apocalipsis nuclear y Japón, o incluso quizá toda la humanidad. A pesar de la silenciosa y letal radiación, gatean en los laberintos sinuosos en la oscuridad total, iluminándose escasamente con linternas, prestando oído a las periódicas explosiones del gas de hidrógeno, que tras salir de los reactores dañados y contactar con el aire atrona en toda la zona.
El mundo no conoce sus nombres ni sus caras. Una parte de ellos son voluntarios, otros se quedaron obligatoriamente. Frenéticos, bombean el agua a los radiadores, tratando de enfriar el núcleo. Los cataclismos dañaron los sistemas de refrigeración tanto ordinario como de emergencia, y de momento, se utilizan unas 14 bombas que han sido trasladadas hasta la planta.
Llevan incómodos respiradores y pesadas bombonas de oxígeno, están vestidos con monos blancos con capuchas que parcialmente los protegen de la radiación. Trabajan por turnos, con el fin de reducir la exposición individual, y durante las pausas se ocultan de la contaminación radiactiva en la central operativa, que tiene una particular protección contra la radiación. Sin embargo, a pesar de todo, la radiación penetra vilmente en sus cuerpos. Y están expuestos no sólo a los peligrosamente altos niveles de radiación, sino también al riesgo de las explosiones en la planta.
Japón aumentó la dosis máxima permitida de ionización para el personal
A pesar de los atrevidos intentos por parte de las autoridades japonesas de enfriar los reactores averiados, el nivel radiactivo en la planta Fukushima-1 alcanza índices preocupantes. El Ministerio de Sanidad de Japón aumentó oficialmente la dosis máxima permitida de ionización de 100 a 250 milisieverts para el personal debido a la necesidad de continuar las labores en la planta. El límite es 5 veces más alto que el admitido en Estados Unidos, por ejemplo. "Sería impensable elevarlo más, teniendo en cuenta la salud de los trabajadores", dijo el ministro de Sanidad de Japón, Yoko Komiyama.
Los ingenieros japoneses lograron reanudar la alimentación eléctrica del sistema de enfriamiento de los reactores y depósitos de combustible nuclear utilizado en la planta nipona Fukushima-1, según informó hoy el Organismo Internacional de Energía Atómica.
Las autoridades de Japón en un comunicado informaron de que ya han terminado de establecer la red de transporte de energía eléctrica hasta el reactor número dos. Los especialistas planean ponerla en funcionamiento después de que haya finalizado la operación de arrojar agua al reactor número tres.
Actualmente el saldo de víctimas mortales y desaparecidas en el terremoto del 11 de marzo y posterior tsunami supera los 15.000. Los medios locales muestran poco optimismo, afirmando que el número de víctimas va a crecer inevitablemente.