La gente del Oriente Lejano ruso, la región más cercana a Japón, ha vivido una semana muy tensa ante la amenaza nuclear proveniente de ese país.
Meteorólogos rusos miden el nivel de radiación cada hora no solo en la atmósfera, sino también en el mar. Las autoridades aseguran que no existe ningún riesgo para la salud de los ciudadanos. Mientras la catástrofe en la central de Fukushima se desarrollaba, los habitantes de las zonas fronterizas querían saber cuán despejado estaba el cielo sobre sus cabezas.
Casi 600 puestos de observación toman mediciones de radiación en distintas provincias del Oriente Lejano. Para medirla algunos barcos de la Guardia Costera fueron equipados con dosímetros.
En los pronósticos meteorológicos retransmitidos en televisión y en Internet aparece un nuevo ítem, además de la temperatura y la presión: a los espectadores se les comunica también el nivel de radiación.
Poco después de la avería nuclear en Fukushima, en la prensa aparecía información sobre una posible formación de una nube radiactiva que podría contaminar los territorios próximos. Las declaraciones de algunos ecologistas tampoco animaban a la población a mantener la calma y no dejarse llevar por el pánico.
Despistados por los medios de comunicación, algunos vecinos del Oriente Lejano ruso por su cuenta empezaron a tomar medidas preventivas para afrontar la eventual amenaza. En las farmacias aumentó la venta de mascarillas y de medicamentos cuyo contenido tuviera yodo. Incluso fueron registrados varios casos de intoxicación como resultado de la automedicación. Las personas más desconfiadas llegaron a gastar hasta 600 dólares comprando dosímetros personales.
Rusia reaccionó de manera muy rápida ante las necesidades que sufre su vecino Japón. Hacia ese país se dirigieron varios aviones con ayuda humanitaria y equipos de rescate. El Gobierno ruso se comprometió a aumentar la entrega de recursos naturales a Japón, en donde la infraestructura energética quedó gravemente dañada.