Mientras que el nivel de radiación en la central nuclear nipona Fukushima-1 ha alcanzado el índice más alto desde el momento del accidente provocado el pasado 11 de marzo por un fuerte terremoto, la preocupación sobre el estado de las instalaciones energéticas nucleares en todo el mundo sigue creciendo. EE. UU., donde operan 104 centrales nucleares que generan cerca del 20% de la energía eléctrica, no es una excepción.
Más del 50% de los ciudadanos norteamericanos están en contra de la construcción de nuevas centrales atómicas en el país, según las últimas encuestas. La decisión de construir nuevas centrales nucleares tras unos 30 años de moratoria después del accidente en la planta de Three Mile Island, en el Estado de Pensilvania, fue anunciada por el presidente de EE. UU., Barack Obama, en febrero de este año.
Después del accidente en Fukushima-1 el mandatario estadounidense ordenó a la Comisión Reguladora de la Energía Nuclear (NRC) realizar una revisión exhaustiva de todas las centrales del país, muchas de las cuales usan la misma tecnología y tienen la misma antigüedad que la central nipona averiada.
Otro aspecto alarmante del problema de la energía nuclear en EE. UU. son los desechos radiactivos, decenas de miles de toneladas de los cuales ya superan los volúmenes de los almacenamientos existentes. Actualmente en el país se han acumulado casi 72.000 toneladas de desechos atómicos, y cada año esta cantidad aumenta en aproximadamente 2.200 toneladas.
Tres cuartas partes de los residuos se encuentran en estanques de enfriamiento llenos de agua, como los de Fukushima-1, y algunos analistas dicen que varios estanques del país contienen cuatro veces más desechos de la cantidad prevista inicialmente según su diseño. Otra parte del combustible agotado se está guardando en toneles de almacenamiento secos. Los expertos señalan que se trata de una solución por aproximadamente un siglo, mientras que estos residuos se mantienen activos durante miles de años.
Las autoridades norteamericanas están siguiendo con atención el tema de los desechos de la industria atómica. Así el martes pasado una corte federal escuchó argumentos para frenar los planes de sepultar residuos nucleares en el Estado de Nevada. Y aunque la Casa Blanca ha declarado su oposición a los enterramientos residuales, Estados como Carolina del Sur y Washington, que cuentan con reactores que generan desechos, demandaron al Gobierno federal para reanudar estas actividades.
Los expertos coinciden en que el problema de los residuos radioactivos es “de importancia urgente y de sentido común”. Así, por ejemplo, Samuel Monice, ingeniero nuclear y especialista en seguridad atómica de Carolina del Norte, opina que “en lugar de continuar con la construcción de centrales atómicas, deberíamos enfocarnos en decidir qué hacer con todo el material radioactivo resultante”.
No obstante, en el transcurso de esta semana la autoridad reguladora nuclear estadounidense extendió la licencia para una central ubicada en Vermont que tiene casi 40 años de antigüedad y que ahora podrá funcionar durante otros 20 más. Cabe mencionar que esta planta ha sufrido varios incidentes: en febrero la radiactividad se filtró hasta las aguas subterráneas y en 2007 se derrumbó parcialmente una de las torres de refrigeración.