Las organizaciones civiles de México contabilizan aproximadamente 25.000 menores que están vinculados con el crimen organizado. Los niños que trabajan para el narco mexicano son víctimas del agresivo entorno social en el que se desenvuelven, según los expertos.
Este fenómeno social ha cobrado fuerza en los últimos años, según indican investigaciones de algunos centros de estudios superiores. Los adolescentes son víctimas del entorno agresivo en el que viven e ingresan a las organizaciones delictivas por seguir un ideal, por ignorancia o simplemente en busca de empleo.
Los adolescentes enrolados en los carteles pueden cumplir diversas funciones. En primer lugar, son vigilantes que se ponen en las estaciones de gasolina y en las entradas y salidas de las carreteras “para avisar a los narcotraficantes quién llega y quién sale de la zona de su influencia”, explica el profesor de la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez Víctor Manuel Quintana. También los utilizan para ciertos tipos de robos.
Pero el mayor problema es que está incrementándose “el empleo de los niños como ejecutores”, dice Quintana. Estos chicos han tenido problemas de socialización en la infancia y tienen a menudo problemas psicológicos que les convierten en personas capaces de asesinar a alguien.
Hay dos factores principales que llevan a los niños a los carteles, según el profesor Quintana. En primer lugar está el componente socioeconómico, ya que crecieron en un entorno violento y de pobreza. Son “adolescentes que se quedaron fuera del sistema escolar de México y tampoco tienen oferta de empleo para ellos”.
Por otro lado existe un aspecto cultural. La cultura popular presenta a los narcotraficantes como héroes que “llegan a tener mucho dinero, poder y prestigio”.
Pero la mayoría de estos menores no alcanza a escalar altas posiciones en las organizaciones criminales porque este papel suele estar reservado para los familiares de los capos. Además, existe una estadística de que los niños del narco no llegan a edades avanzadas. Según datos oficiales, en los últimos 4 años, han muerto más de 2.500 adolescentes sin cumplir la mayoría de edad.
Algunos investigadores consideran que estos niños son rescatables si se crea una política pública adecuada y se intensifica la atención social. “Hay que proporcionar un nuevo modelo de desarrollo que les permita a los padres pasar más tiempo con los hijos”, facilitar los estudios e incluso los trabajos para adolescentes, crear centros deportivos, culturales, etc. Aún así, mientras exista la mafia, muchos niños podrán caer en la trampa del narcotráfico.