Mientras que las autoridades libias anuncian que la dimisión de Muammar Gaddafi es inadmisible, las fuerzas rebeldes intensifican su actividad en las ciudades de Misurata, en el oeste, y Brega, en el este del país. Aunque la oposición se ha visto obligada a retroceder tras una exitosa ofensiva, los combatientes se entrenan duramente y aspiran a una revancha.
Uno de los rebeldes, Ahmed, antes no sabía lo que era tener un arma en sus manos. Sobrepasa por muy poco la mayoría de edad y desde su niñez su padre está en la cárcel por motivos políticos. En cuanto tuvo noticia de las revueltas populares que se producían en su país, Ahmed no dudó en sumar todo su apoyo. “No creo en Gaddafi porque ha hecho mucho daño a mi familia y a todo nuestro país. Por eso, he venido a combatir y a dar mi vida”, confiesa Ahmed.
Así son muchos de los rebeldes que se encuentran en el frente, en su mayoría jóvenes y profesionales. Médicos, ingenieros, pero también desempleados, que se han convertido de la noche a la mañana en combatientes. No obstante, los hay que no quieren combatir. Ayudan a evacuar a las familias que se encuentran en el fuego cruzado de las ciudades, como es el caso de Brega, un enclave vital por sus pozos petrolíferos que lleva más de cuatro días de duros combates entre los insurgentes y las tropas de Gaddafi.
Pero las tropas rebeldes han cambiado con el paso de las semanas. Ya no son un grupo de personas armadas, sino que poco a poco van adquiriendo mayor organización y se van asemejando a un Ejército. Eso ocurre gracias a la experiencia de personas como Mufta que fue oficial en las Fuerzas Armadas libias, y ahora ayuda a los sublevados. “Estamos mejorando la estrategia y la forma de organizarnos en la batalla. Nuestros líderes han ganado autoridad. Ahora, tenemos la intención de llegar a Tripoli”, expresa Mufta.
A pesar de la falta de experiencia de las tropas rebeldes y de que algunos de ellos confiesan tener miedo en el frente de batalla, los sublevados son conscientes de que este conflicto es a largo plazo. Es más, aseguran que cada vez que aumenta el número de muertos, se incrementa el número de razones para seguir combatiendo. Sin embargo, el Gobierno libio asegura que los insurgentes no quieren una solución al conflicto. Insiste en que lo que proponen es inviable y así es muy difícil llegar a un acuerdo.
“Los rebeldes no tienen un liderazgo unificado. Son gente de varias profesiones y condiciones sociales. Unos son partidarios de Al Qaeda, otros son laicos y tienen un gran conflicto entre ellos mismos. Hasta combaten unos contra otros”, dice el portavoz del régimen libio, Mussa Ibrahim. “No saben gobernar, no se han mostrado eficaces ni profesionales”, asegura.