Las autoridades francesas decidieron endurecer los controles en la frontera con Italia para evitar la afluencia masiva de inmigrantes indocumentados procedentes de África del Norte. Italia, en respuesta a estas medidas, acusó a París de mantener “una actitud de hostilidad” hacia Roma.
La tensión creció después de que el primer ministro italiano, Silvio Berlusconi, firmase un decreto que concede permisos de residencia temporales a los miles de tunecinos y otros norteafricanos que llegan al sur del país desde el inicio de los disturbios en los estados magrebíes. En los últimos meses unos 21.000 inmigrantes llegaron a Italia desde Túnez, la mayoría de ellos a la pequeña isla de Lampedusa.
“Italia tiene un problema, y me doy cuenta de lo difícil que es de manejar, pero Francia no tiene intención de rendirse a la inmigración económica”, declaró el ministro del Interior galo, Claude Guéant, señalando que “en materia de asilo, nuestro país es más generoso que Alemania o el Reino Unido”. Las medidas de control fronterizo endurecidas prevén que los ciudadanos extracomunitarios tengan que justificar unos recursos mínimos para su estancia de 62 euros al día por persona, no constituir una amenaza para el orden público y no haber entrado en Francia en los tres meses precedentes, además de tener toda la documentación en regla.
Durante el último mes, la policía fronteriza francesa detuvo a unos 2.800 tunecinos que intentaron entrar en el país de forma irregular y más de la mitad de ellos ya fueron devueltos a Italia. Este endurecimiento provocó la indignación de la parte italiana. El ministro de Interior de Italia, Roberto Maroni, incluso propuso a Francia que abandone el espacio Schengen si se niega a dejar entrar en su territorio a parte de los inmigrantes provenientes del territorio italiano. En un futuro próximo los dos titulares de Interior planean reunirse para tratar de acercar sus posturas.