Un tribunal alemán declaró culpable de colaboración con los nazis a John Demianiuk y lo condenó a 5 años de prisión por la participación en la masacre de unas 28.000 personas durante la Segunda Guerra Mundial.
Según la acusación, el procesado participó en las matanzas perpetradas en uno de los campos de exterminio nazis. Sin embargo, el hombre, que actualmente tiene 91 años, no pagará su pena debido a su grave estado de salud.
Demianiuk no reconoció su culpa y su defensa se basó en la inexistencia de testigos directos de aquellos hechos. El juicio comenzó en noviembre de 2009, después de que fuera deportado de EE. UU.
John Demianiuk era mecánico y trabajaba en una fábrica automotriz de Estados Unidos hasta que en los años 70 un superviviente de un campo de exterminio nazi lo reconoció como Iván el Terrible, apodo dado a uno de los guardas colaboradores más crueles de los hitlerianos. Extraditado por petición de Israel fue condenado por el Estado judío a la pena de muerte a finales de los años 80, pero el tribunal supremo israelí lo absolvió por falta de suficientes pruebas que demostraran su identidad.
Sin embargo, en 2001 fueron presentados nuevos materiales que demostraban que Demianiuk, tomado prisionero durante la guerra, aceptó colaborar con los nazis sirviendo de guarda en los campos de muerte, en particular en el de Sobibor.
“Yo perdí a mi amigo cuando teníamos sólo 17 años. Ahora tengo 84. Tengo familia, mujer y un hijo. He podido construir mi vida. Y él fue enviado a Sobibor, lo mataron con gas y después lo quemaron”, dijo Johannes De Maar, quien llegó a Sobibor para poner flores en honor a las víctimas.
Este complejo creado en 1942 en Polonia estaba destinado exclusivamente al exterminio. Las personas transportadas en trenes al llegar eran acompañadas a la llamada ‘ducha’. Una vez ahí se veían en una cámara de gas en la que cabían 800 personas. Esto fue lo último que vieron las casi 250.000 víctimas, muchas de ellas niños.
Tan solo a Demianiuk, quien nunca ha reconocido su culpa, se le incrimina la participación en la matanza de casi 28.000 personas. Según testimonios escritos, él era uno de los que abrían personalmente el grifo del mortífero gas.
Algunos afirman que los guardas a la hora de dar su consentimiento para colaborar no conocían todas sus futuras funciones. No obstante, se sabe que antes de llegar a los campos de exterminio pasaban por un entrenamiento especial. Demianiuk, por ejemplo, habría recibido clases de formación militar en el complejo de Trawniki.
“Es difícil decir si pasaron por un entrenamiento ideológico especial. Durante la investigación llevada a cabo después de la guerra, nadie mencionó nada sobre una formación antisemita. Según los documentos, los que llegaron al campo desde Trawniki quedaron sorprendidos al descubrir lo que verdaderamente tenían que hacer en los campos de exterminio”, explicó el historiador Robert Kuwalek.
Pero los pocos supervivientes de las atrocidades nazis aseguran que los guardas colaboradores sabían perfectamente en qué iba a consistir su trabajo. Uno de ellos es la madre de Meryem Hufferner que estuvo precisamente en Sobibor. A sus 80 años ella ha asistido a todas las audiencias del caso de Demianiuk.
“No quiere que pase el resto de su corta vida en la cárcel. Puede ir a casa o cualquier otro lugar. Lo que quiere es que reconozca que estuvo allí y cuente qué era Sobibor. No era una contienda entre soldados, sino una fábrica de muerte”, relató Meryem.
Incluso después de 70 años, los testigos de los crímenes nazis no pueden olvidar el pasado.
“Cada criminal de guerra debe ser castigado. Y no importa cuántos años hayan pasado, tienen que responder por lo cometido”, resumió Johannes De Maar.
Pocos creían que Demianiuk, que en la actualidad tiene 91 años, viviría lo suficiente para comparecer ante la Justicia. Pero de todos modos este proceso demuestra una vez más que los crímenes contra la humanidad no prescriben.