El lanzamiento del último transbordador de la NASA no solo marca el fin de una etapa en la exploración cósmica, si no que también representa, a un nivel puramente terrenal, el fin de muchas carreras profesionales.
En Estados Unidos el cierre del programa del transbordador espacial pone fin al horizonte laboral de muchos profesionales que dependen de los fondos de la NASA. De hecho, más de 7.000 funcionarios de la agencia perderán su trabajo fruto del recorte de gastos que se deriva de la jubilación del Shuttle tras volar durante 30 años.
En los próximos días, fruto de una resolución federal para reducir el gasto gubernamental, más de 7.000 funcionarios de la NASA altamente cualificados perderán sus puestos de trabajo. Uno de los afectados es Anthony Crisafulli, que acumula 23 años al servicio del programa espacial.
“Cuando empecé a trabajar era joven y pensaba que me iba a retirar en la NASA después de haber cumplido toda mi carrera aquí. Eso era un sueño, pero ahora veo que no se cumplirá. Se acabó y me toca buscar otro trabajo; pero lo más difícil de todo es que nadie me devuelve ahora la llamada debido a mi edad”, cuenta Crisafulli, ingeniero superior del equipo de Cordones Retroalimentadores del Transbordador Espacial.
En su momento culminante, el programa del transbordador espacial contaba con cerca de 17.000 operarios. Hoy sólo la mitad de ellos mantiene sus empleos.
Hasta hace pocos años, en Rockledge, localidad próxima a Cabo Cañaveral (sede del Centro Espacial Kennedy) había una pujante actividad económica que dependía exclusivamente de la NASA y de sus funcionarios. Hoy, sin embargo, a medida que se desintegra el programa espacial y se recorta la nómina, las consecuencias son catastróficas.
Negocios cerrados, ferrocarriles en vía muerta y casas hipotecadas confiscadas por impago son la manifestación más visible de la caída en picado de los salarios de los trabajadores.
“Mi padre solía trabajar en la NASA, pero perdió su empleo por los recortes. El cierre del programa del transbordador espacial nos está forzando a vivir en la miseria, a depender de subsidios del gobierno federal para mantenernos a flote. Para los que se quedan aquí es como vivir en un pueblo fantasma, todo está abandonado”, cuenta Danielle Kradston, un vecino de la localidad.
Los argumentos de Danielle y de otros residentes se multiplican ante la pérdida de los más de mil millones de dólares que el programa retribuye a la economía del Estado de Florida. Y por cada puesto de trabajo que desaparece en la industria aeroespacial, otros dos empleos adicionales se ven afectados negativamente.
Pero a pesar de todo, 'la costa espacial', como se conoce a esta franja de comunidades, aún sobrevive en parte como reliquia del pasado, aunque no sin dejar de redefinirse a sí misma y a sus habitantes.