Zoos humanos: cuando los aborígenes corrían la misma suerte que King Kong
Haydeé Águila pertenece a la etnia kawesqar, del sur de Chile, un grupo aborigen nómada que antiguamente se dedicaba a la pesca y pasaba la mayor parte del tiempo recorriendo los canales en canoas en busca de alimento. Durante su infancia en las islas del sur, Haydeé nunca entendió por qué a su mamá le causaban tanto pavor las aeronaves o los barcos tripulados por hombres blancos. Recuerda que cuando su madre veía un avión o un helicóptero, metía a sus hijos en casa o en algún escondrijo.
Con el paso de los años, Haydeé vio que todas las personas de la tribu reaccionaban de la misma manera frente al hombre blanco, pues entre los kaweskar corrían rumores de niños y adultos secuestrados.
La explicación llegó en 2002, cuando un grupo de historiadores franceses publicó la obra 'Zoológicos Humanos', en la que se documentaba un hecho casi olvidado: las exposiciones étnicas organizadas en Europa a finales siglo XIX.
Para montar esas muestras, aborígenes de todo el mundo fueron capturados para ser exhibidos como curiosidades antropológicas en zoológicos y salas europeas. Los miembros de las tribus vivían en cabañas y los visitantes accedían al recinto pagando una entrada. Para ambientar la exposición las completaban con productos típicos, plantas y animales de las tierras de los indígenas.
Los historiadores confirman que desde siempre existió en Europa curiosidad por los pueblos aborígenes. El invento del 'zoo humano' hay que atribuírselo a un alemán, Carl Hagenbeck, comerciante de animales salvajes, que decidió incorporar nuevos ejemplares a su repertorio: samoanos en 1874 y nubios en 1876.
Según Alfredo Prieto, arqueólogo del Instituto de la Patagonia, hay registros que demuestran que la curiosidad por los aborígenes de la Patagonia “comenzó con el mito de los gigantes patagones” que nació cuando Pigafeta, el cronista de la expedición de Magallanes, describió en 1520 a los habitantes de la zona.
El libro 'Zoológicos Humanos', que fue reimpreso en 2006, contenía las fotografías de 11 kaweskar y 14 mapuches en el parque parisino 'Jardín D´Acclimatation'. En 2008, el documentalista Hans Mulchi encontró en la Universidad de Zúrich (Suiza) los restos de cinco kaweskar que habían sido exhibidos en este tipo de zoológicos humanos. Dos años más tarde, a iniciativa de la presidenta Michelle Bachelet, los restos fueron repatriados y sepultados según los ritos kawesqar en el sur de Chile, donde hoy finalmente descansan.
"Fueron raptados y tratados peor que animales", solloza Haydeé Águila. Su dolor se extiende a todos los miembros de la etnia. "Yo personalmente nunca me imaginé que nuestra gente fuera a estar siendo llevada a zoológicos para ser exhibidos como animales salvajes", se lamenta Celina Llanllan, también de etnia kawesqar.
Los zoológicos humanos forman parte de uno de los capítulos más crueles y menos recordados de la historia occidental. Mientras tanto, en la Patagonia chilena los descendientes de aquellos aborígenes que fueron exhibidos como animales exóticos esperan desde hace décadas una reparación histórica. Hoy confían en que la difusión de estos hechos ayude a tomar conciencia sobre el cuidado permanente que requiere la dignidad humana.