Los disturbios vuelven a sacudir la capital inglesa, dejando de momento un saldo de nueve policías heridos y un centenar de manifestantes detenidos. Grupos de jóvenes saquearon varios comercios y se enfrentaron contra las fuerzas de seguridad causando daños a los coches policiales. La ministra del Interior, Theresa Mayse, se vio obligada a interrumpir sus vacaciones para ponerse al frente de la situación.
Estos hechos suceden un día después de los enfrentamientos en el barrio multiétnico de Tottenham, en el norte de la ciudad. En aquella ocasión se congregaron unas 300 personas. La multitud exigía justicia en la investigación de la muerte del vecino Mark Duggan, que atribuyeron a la Policía.
Las autoridades, a su vez, declararon que fue abatido al abrir fuego cuando le pararon para hacer una inspección de su vehículo. Sin embargo, los datos preliminares de la investigación mostraron que la bala, que se creía había sido disparada por Duggan, en realidad pertenecía a uno de los policías.
Los disturbios ya se han extendido a los distritos de Enfield, Walthamstow e Islington (norte de Londres), Brixton (sur) y Waltham Forest (este). Los representantes de la Policía londinense declararon que "los agentes se encuentran conmocionados por el espantoso nivel de violencia dirigida contra ellos".
Al mismo tiempo, los participantes en las protestas comentan que la muerte de Duggan sí sirvió de detonante, pero que las verdaderas causas de las manifestaciones se remontan a tiempo atrás. A su vez, la comandante de Scotland Yard, Christine Jones, aseguro que "no tolerará esta violencia vergonzosa" y se mostró convencida de que "la investigación llevará a los criminales ante la justicia".