La CIA ocultó a las autoridades información sobre la llegada a EE. UU. de dos terroristas que más tarde participarían en los ataques del 11 de septiembre de 2001. Esta información se revela en una entrevista concedida por Richard Clarke, un ex consejero presidencial contra el terrorismo, que apareció publicada en Internet.
Según el ex funcionario, el servicio de inteligencia planeaba convertir a los extremistas que aparecieron en el país en el año 2000 en sus agentes. De esta manera no avisó ni al Gobierno ni al FBI por temor de que fueran rápidamente detenidos.
Un año más tarde, cuando los intentos de reclutarlos habían fracasado, la CIA divulgó una parte de los datos. Sin embargo, resultaron insuficientes para ubicar a los terroristas, que el 11 de septiembre hicieron estrellar contra el Pentágono uno de los aviones secuestrados.
Al mismo tiempo, el ex consejero reconoció que no posee pruebas suficientes que confirmen sus acusaciones, calificadas como falsas por el ex director de la CIA.
Algunos expertos opinan que la compleja estructura de la inteligencia norteamericana tiene un efecto negativo en su eficiencia. Así, el consultor, investigador y autor Adrian Salbuchi, señala que el sistema de inteligencia de EE. UU. es demasiado complejo ya que se compone de más de 16 agencias diferentes que no siempre encuentran la manera adecuada de compartir la información.
"Es una estructura tan compleja, a menudo contradictoria, a menudo en competencia y conflictiva, que no se ponen [las agencias] de acuerdo sobre cómo generar la información", señala Salbuchi. El analista afirma que todo esto conlleva la ineficacia del sistema. "Ellos compiten y se pisan los talones entre sí, lo que genera una situación de alta ineficiencia", sostiene el experto.