Los ojos de buey de la parte inferior de la nave abiertos y las bocas de carga no cerradas herméticamente fueron el factor decisivo del siniestro del barco turístico ruso Bulgaria en el río Volga el pasado 10 de julio, según la confirmación oficial del Ministerio de Transporte de Rusia de la versión planteada por los expertos hace un mes.
Los expertos afirman que si su tripulación hubiera cumplido con las regulaciones de seguridad al pie de la letra, el barco habría tardado mucho más en hundirse, lo que habría salvado muchas vidas e incluso permitido rescatar el buque antes de que se sumergiera al fondo del río. Destacan que cuando una ola grande superó la borda, el agua inundó el interior del Bulgaria a través de las aperturas no tapadas en cuestión de minutos.
El crucero turístico Bulgaria naufragó el pasado 10 de julio en el embalse de Kúibishev, en el río Volga, a tres kilómetros de la costa. En el siniestro murieron 122 personas. La tragedia se agravó debido a varios factores, como el deplorable estado técnico de la embarcación, su sobrecarga y también la falta de la debida preparación por parte de los tripulantes.
Según destaca el Ministerio de Transportes, uno de los problemas más importantes hoy en día son las relaciones entre los propietarios de un buque y el capitán. En teoría, los empresarios no pueden decirle al capitán qué es lo que tiene que hacer en su barco, pero en la práctica no es así. En otras palabras, cuando los dueños de una nave establecen el número de pasajeros que deben subir a bordo en cada viaje, en muy pocos casos la tripulación puede negarse a cumplir con estas órdenes.