EE. UU. en suelo afgano: una 'libertad' de 10 años de duración

Hoy hace 10 años que las tropas de EE. UU. iniciaron en suelo afgano la operación bautizada como Libertad Duradera. Tenía entre sus objetivos sacar a los talibanes del poder y castigar a los principales instigadores del 11-S, especialmente a Osama bin Laden y sus seguidores, que presuntamente se escondían en aquel país asiático.

Meses más tarde a su maniobra se unieron los militares británicos, bajo la Operación Herrick, y luego destacamentos de la OTAN y de varios países aliados. Así se hacía realidad la presencia de la Fuerza Internacional de Asistencia para la Seguridad (ISAF, por sus siglas en inglés), autorizada por la ONU en diciembre de 2001. Durante estos 10 años de guerra hasta 46 países han hecho su contribución en forma de personal militar o auxiliar participante en los operativos, incluyendo a estados neutrales como Suecia y Austria.

Sin embargo, el principal peso de la intervención siempre ha recaído en la parte estadounidense, tanto en lo referente a los gastos presupuestarios, como a las bajas humanas. Estas últimas, según los datos oficiales, ascienden a 1.718 soldados y oficiales estadounidenses muertos (del total de 2.668 bajas de las fuerzas aliadas) y casi 14.000 heridos. En cuanto al costo económivo de este decenio de presencia militar estadounidense en Afganistán, los expertos del Instituto Watson de la Universidad Brown lo evaluaron a mediados de este año en 3,7 billones de dólares como mínimo, aclarando que la cifra final podría alcanzar a finales de año los 4,4 billones.

La guerra afgana se ha convertido en la segunda más prolongada para EE. UU., después de la Guerra de Vietnam. Durante su primera fase se logró derrocar al Gobierno talibán tanto en Kabul, como en cada una de las provincias controladas por el movimiento. Sin embargo, ninguno de los políticos o jefes militares estadounidenses se ha atrevido a declarar que la eliminación de las bases de al-Qaeda sea una realidad. Y esa tarea no solo era oficialmente la principal de la misión, sino también la única excusa legítima para mandar tropas a una nación soberana amparándose en el artículo 51 de la Carta de las Naciones Unidas (para EE. UU. suponía el derecho a su defensa después de los atentados del 11 de septiembre).

Actualmente en Afganistán se encuentran cerca de 100.000 soldados y oficiales estadounidenses. En junio pasado el presidente del país norteamericano anunció la inminente retirada de unos 33.000. Sin embargo, en vísperas de esta efeméride el jefe de la ISAF, el general John Allen, anunció que los militares estadounidenses permanecerían en suelo afgano más tiempo del que estaba previsto por los acuerdos existentes. “Aunque muchos han oído tras la Cumbre de Lisboa que saldríamos en 2014 —dijo en una entrevista televisada—, en realidad pensamos quedarnos aquí por un largo periodo”.

Las bajas masivas entre la población civil afgana obligaron hasta al presidente del país, Hamid Karzai, aliado declarado de EE. UU., a advertir que no toleraría más los ataques contra la población. Numéricamente estas pérdidas humanas oscilan, según distintas fuentes, entre las 14.000 y las 34.000 personas, mientras que las bajas entre los insurgentes (no necesariamente talibanes) son de unos 28.000 muertos. Sin embargo, hasta el momento el cupo militar extranjero sigue contando con el mandato de la ONU y las autoridades locales no han puesto en práctica ninguna de las amenazas al respecto.

* El movimiento talibán, designado como "organización terrorista" por el Consejo de Seguridad de la ONU, está declarado como grupo terrorista y prohibido en Rusia.