10 años después, el Ejército de EE. UU. no se plantea salir de Afganistán

La coalición de organizaciones anti guerra y de veteranos estadounidenses instó a miles de sus partidarios a salir a las calles. Los manifestantes exigen acabar con un conflicto que ya se ha cobrado numerosas vidas de sus compatriotas. Mientras tanto Washington, según las últimas declaraciones de

La coalición de organizaciones anti guerra y de veteranos estadounidenses instó a miles de sus partidarios a salir a las calles. Los manifestantes exigen acabar con un conflicto que ya se ha cobrado numerosas vidas de sus compatriotas. Mientras tanto Washington, según las últimas declaraciones de varios jefes militares estadounidenses, no se planea que termine pronto. Eso mientras EE. UU. sigue invirtiendo millones de dólares en sus instalaciones.

Tres semanas después de los atentados del 11 de septiembre de 2001, las tropas de Washington y sus aliados entraron en territorio afgano confiando que la victoria sería rápida y que el país islámico acabaría siendo una democracia al estilo occidental. Sin embargo, eso no ha ocurrido. Barack Obama anunció la retirada de las fuerzas norteamericanas para el 2014. No obstante, hace unos días el nuevo jefe del contingente en Afganistán reveló que los militares de EE. UU. se quedarán allí más de lo previsto. Y todo esto pese a lo que la campaña en el estado asiático, según las cifras oficiales, ya le ha costado más de 400 mil millones de dólares a la Casa Blanca que está recortando todas las clausulas del presupuesto para salir de la recesión.

Bagram, una localidad al norte de la capital afgana en la que antes se ubicaban las fuerzas soviéticas, en estos 10 años se ha convertido en una ciudad con 25 mil habitantes, personal técnico, militar y aéreo. Una parte de los oficiales considera que esta expansión resulta peligrosa, ya que convierte la base norteamericana en un objetivo fácil para los talibanes.

“Te acercas a Bagram y seguro que si disparas das en el blanco. Yo preferiría estar fuera de aquí, donde uno pueda ver lo que está pasando alrededor”, dice el soldado estadounidense Jeffrey Graham.

Sin embargo, la mayoría de los soldados de Bagram no quieren abandonar sus nuevos hogares. Y no es sorprendente, ya que tienen todo para vivir en condiciones confortables. Ellos pueden hacer compras, disfrutar de capuchinos o comer pizza en un restaurante. Y si se sienten cansados tras un entrenamiento intenso en el gimnasio hasta pueden ir a un improvisado "salón de belleza" para recibir un masaje. Aunque algunos militares consideren que estas comodidades son más bien distracciones, los militares están contentos de tenerlas.

“Esto es muy importante. Los soldados siempre necesitan la oportunidad para hacer dos cosas: relajarse y sentir el espíritu de su hogar, algo que les recuerde su casa”, comenta la oficial norteamericana Lisa Bryan.

Los pequeños comerciantes locales también están satisfechos por el aumento del contingente en Bagram, ya que sacan buen provecho de la estancia de los soldados norteamericanos.

“Sin Bagram y sus tropas mi empresa no existiría. Nos gusta que estén aquí”, afirma Mukhtar Ahmad, un carnicero local.

Así, el balance de 10 años de campaña militar en Afganistán difícilmente se puede considerar positivo. Las fuerzas estadounidenses han hecho lo posible por reconstruir su vida habitual en medio de la guerra... pero poco más. El país islámico todavía está lejos de la paz y la estabilidad. Y este año, desde el punto de vista de las pérdidas humanas, ha sido el más sangriento desde el inicio de la operación. Todo ello hace que la opinión pública estadounidense llame a las autoridades, cada vez con más insistencia, a dejar de prestar tanta atención a las operaciones en el exterior y a que se centren en los problemas internos.