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"La memoria sobre las tragedias nacionales es igual de sagrada que la de las victorias"

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Hace 18 años se instituyó en Rusia el 30 de octubre como fecha para conmemorar el día de la memoria sobre las represiones políticas. El presidente ruso Dmitri Medvédev ha colgado en su blog personal una disertación sobre el significado de esta celebración.

Hace 18 años se instituyó en Rusia el 30 de octubre como fecha para conmemorar el día de la memoria sobre las represiones políticas. El presidente ruso Dmitri Medvédev ha colgado en su blog personal una disertación sobre el significado de esta celebración.

D. Medvédev: Hoy es el día de la memoria sobre las represiones políticas. Han transcurrido ya 18 años desde que en nuestro calendario nacional apareció esta fecha conmemorativa.

Estoy convencido de que la memoria sobre las tragedias nacionales es igual de sagrada que el recuerdo de las victorias. Es de suma importancia que los jóvenes posean no sólo ciertos conocimientos de historia, sino también los sentimientos de los ciudadanos, que sean capaces de compartir emocionalmente una de las mayores tragedias de la historia nacional. Al mismo tiempo, no es un asunto fácil.

Hace dos años los sociólogos realizaron una encuesta y según sus resultados en torno al 90% de los jóvenes ciudadanos de 18 a 24 años de edad no pudieron nombrar a personas conocidas que fueron víctimas o murieron durante las represiones de aquellos años. El hecho presenta una seria preocupación.

No se puede imaginar la envergadura del terror cuyas víctimas fueron todos los pueblos del país. Las represiones alcanzaron su pico en 1937–1938. “El Volga de dolor popular”, así calificó Alexandr Solzhenitsin al interminable “flujo” de represaliados en aquella época. A lo largo de casi dos décadas anteriores a la Guerra se eliminaron capas y estratos enteros de la población. Se expuso prácticamente a un exterminio a la comunidad cosaca; los campesinos quedaron maltrechos. Se sometió a represiones políticas tanto a los intelectuales, como a los militares y obreros. Las persecuciones azotaron a los sacerdotes de absolutamente todas las confesiones religiosas.

El 30 de octubre es el día conmemorativo de millones de vidas sesgadas, de personas que cayeron víctimas de injustos fusilamientos, de millones de exiliados y enviados a campos de presos políticos, privados de derechos civiles por una supuesta ocupación “ajena” o por la tristemente famosa “procedencia social”. El estigma de "enemigos del pueblo” o sus “cómplices” arruinó la vida de todos sus familiares.

Simplemente imagínemos, millones de personas perecieron a causa del terror o de injustas acusaciones. ¡Millones! Millones fueron privadas de todos los derechos, incluso del derecho a un entierro humano digno y durante varias décadas sus nombres fueron tachados de la historiografía nacional.

Hasta ahora se había dicho que estas numerosas víctimas estaban justificadas a tenor de ciertos razonamientos de gran importancia para el Estado.

Pero estoy convencido de que ningún desarrollo del país, ningún éxito o ambición debe lograrse mediante sufrimientos y bajas humanas.

No hay valor más importante que una vida humana.

Las represiones no tienen excusa.

Le prestamos mucha atención a la lucha contra la falsificación de nuestra historia. Y, a menudo, se considera que las falsificaciones sólo se dan en la revisión de los resultados de la Gran Guerra Patria.

Es igualmente importante no permitir que se justifique a aquéllos que con el pretexto de reconstruir la justicia destruyeron a su pueblo.

Es cierto que los crímenes de Stalin no pueden menospreciar las hazañas de un pueblo, que triunfó en la Gran Guerra Patria. Hizo de nuestro país una potencia industrial. Realzó hasta un estándar mundial nuestra industria, ciencia y cultura.

Aceptar el pasadotal y como sucedió demuestra la madurez de la ciudadanía.

Es también importante estudiar el pasado para superar la indiferencia y el deseo de olvidar el lado trágico. Y nadie, excepto nosotros mismos, lo hará.

Hace un año, en septiembre, yo estaba en Magadán. El monumento de Ernest Neizvestny "La Máscara del dolor" causó en mí una profunda impresión. Se erigió no sólo con los fondos públicos, sino también con donaciones.

Necesitamos centros como el museo conmemorativo, que remite a la memoria de lo sobrevivido de generación en generación. Por supuesto, y se debe continuar con los trabajos en la búsqueda de las fosas que servían para sepultar a las personas, recuperar los nombres de las víctimas, y si es necesario, su rehabilitación.

Sé que este tema agita a los miembros de mi bloque.

Fuera de la compleja y contradictoria historia de nuestro país, a menudo simplemente no se pueden comprender las raíces de muchos de nuestros problemas, y las dificultades de la Rusia de hoy.

Pero una vez más quiero decir: nuestros problemas serán resueltos por nosotros mismos y que nadie más lo hará, ni va ainculcar el respeto en los niños por las leyes, a los derechos humanos, al valor de la vida humana, a las normas morales, que tienen origen en nuestras tradiciones nacionales y en nuestra religión.

Nadie, a excepción de nosotros, conservará la memoria histórica ni se la dará a las nuevas generaciones.

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