9º aniversario de la toma del teatro en Moscú: el dolor de las víctimas no baja el telón

130 globos blancos se han elevado hoy en el cielo moscovita para recordar a las otras tantas víctimas mortales del secuestro en 2002 del Centro Teatral de Dubrovka, en Moscú. Durante los últimos nueve años los familiares e íntimos de los fallecidos repiten este ritual cada 26 de octubre frente a

130 globos blancos se han elevado hoy en el cielo moscovita para recordar a las otras tantas víctimas mortales del secuestro en 2002 del Centro Teatral de Dubrovka, en Moscú. Durante los últimos nueve años los familiares e íntimos de los fallecidos repiten este ritual cada 26 de octubre frente a la entrada del Centro.

Para recordar a los que murieron hay que conocer cómo era cada uno de ellos, insisten las personas que han acudido a la ceremonia de hoy. Por eso las familias que perdieron a sus queridos en Dubrovka han recaudado fondos para publicar un libro que cuente la historia de cada uno de los rehenes muertos.

Hoy la edición final ha sido presentada al público. Su nombre, ‘No moriremos’, fue el mensaje que los médicos encontraron escrito en la mano de Dasha Frolova, una niña de 13 años que murió en el atentado. 

La cronología del ataque

El 23 de octubre de 2002 más de cuarenta extremistas de origen checheno se apoderaron de la sala teatral donde el público gozaba de una representación de ‘Nord Ost’, una obra presentada como el primer musical ruso ambientada en la conquista del Ártico. El comando tomó como rehenes a 916 personas, tanto espectadores como actores, y declararon que los retendrían hasta que el Gobierno ruso no pusiera fin a la operación militar en Chechenia.

Durante tres días los rehenes estuvieron sin comida, agua y medicamentos. “El primer día fue relativamente tranquilo. Nos permitieron llamar a casa. Los terroristas incluso hablaban con nosotros. Al siguiente día cambió todo. Nos prohibieron movernos. Si alguien se levantaba, le volvían a sentar a golpes. Fue muy duro estar tanto tiempo sin poder movernos”, recuerda Vladímir Bomshtéin, uno de los rehenes.

El 24 de octubre los terroristas permitieron que entrara Leonid Roshal, jefe del departamento de cirugía del Centro de Medicina de Catástrofes. Trajo fármacos y pudo prestar asistencia médica básica a los rehenes.

Liberación de los presos

Finalmente los asaltantes acordaron liberar a los niños menores de 12 años. “Les medían la altura a ojo y a los que les parecían suficientemente pequeños los dejaban salir. Mo me acuerdo cuántos salieron finalmente, pero fueron muy pocos. Nosotros no teníamos ninguna esperanza de que nos pudieran sacar de allí vivos”, asegura  Bomshtéin.

Este superviviente recuerda también otro momento dramático: “en un momento se abrieron las puertas y entraron varios terroristas arrastrando a una mujer. Gritaban que era una espía o agente de los servicios secretos. Ella, llorando, exclamaba que vino para salvar a su hijo capturado. Les rogaba que le permitieran quedarse, pero que dejaran salir a su hijo. Ni siquiera la escucharon. La fusilaron casi de inmediato, ante nuestros ojos. Luego supimos que ella había logrado superar el cordón policial alrededor del edificio y que se penetró a escondidas”.

Los mediadores consiguieron que los asaltantes liberaran a decenas de adultos, mujeres en su mayoría. “Durante varias horas yo lloraba como una loca, con toda la voz que tenía. Creo que los terroristas ya no podían soportar mi llanto. Tenían que matarme o liberarme. No sé por qué, pero prefirieron la segunda opción”, recuerda Liuba.

Otro preso, Serguéi Nóvikov, precisa que la mayoría de las 80 personas que lograron abandonar el edificio antes de que empezara el ataque de fuerzas de seguridad lo hicieron por su propia cuenta. "Consiguieron escapar porque se escondieron en las habitaciones que los terroristas no controlaban", explica.

La operación para liberar a los rehenes empezó el 26 de octubre por la mañana. Los especialistas tardaron dos días en elaborar el plan del ataque. Encontraron un edificio con interiores parecidos a los del Centro de Dubrovka y probaban allí varios escenarios.

Según comenta Yuri Troshin, jefe de uno de los grupos especiales que irrumpieron en el edificio, se trataba de una situación sin precedentes: casi mil personas estaban rodeadas por terroristas cargados con explosivos en una sala. Nadie sabía cómo actuar en un caso como éste. No estábamos preparados para nada parecido. No teníamos la experiencia adecuada”.

El atentado dejó un saldo de 130 muertos (diez niños entre ellos). Dejó huérfanos a 69 menores, mientras que una parte de los supervivientes sufre problemas de salud: doce personas se quedaron sordas y arrastran problemas de vista. Algunos perdieron la memoria y la mayoría sufre trastornos psicológicos.

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