El ataque militar de Israel contra Irán sería un "grave error" con consecuencias impredecibles. Así lo declaró el canciller ruso, Serguéi Lavrov, en respuesta a las recientes declaraciones del gobierno israelí sobre la necesidad de garantizar la seguridad del estado con bombardeos de Irán.
Previamente, el presidente israelí, Shimon Peres, aseguró que “la posibilidad de un ataque militar contra Irán parece más cercana que la opción diplomática”.
Peres precisó que el gobierno israelí todavía no toma una decisión, “pero da la impresión de que los iraníes se van acercando al arma atómica”.
El ministro ruso de Asuntos Exteriores indicó que “la intervención militar solo multiplicaría la cantidad de víctimas”.
El canciller ruso considera que el único modo de tranquilizar al mundo ante el programa atómico iraní es “crear las condiciones para reiniciar la negociación nuclear entre Irán y el G-6”.
El ministro de Exteriores iraní, Alí Akbar Salehi, declaró durante la reunión de los primeros ministros de la Organización de Cooperación de Shanghái, celebrada este lunes en San Petersburgo, que los disturbios en varios países de la región son patrocinados y promovidos por ciertos países de Occidente.
El primer ministro ruso, Vladímir Putin, apoyó a Irán en su crítica respecto a la postura de los países occidentales frente a la república islámica. Comentando la declaración del canciller iraní, Putin dijo que "algunas potencias son inconsistentes en su política exterior".
"Es cierto que estas, como usted las ha llamado, soberbias potencias mundiales apoyaron a los regímenes anteriores en África del Norte. Pero lo que es curioso es que igualmente respaldaron a las revoluciones que derrocaron a esos mismos regímenes. Es algo raro lo que pasa en el mundo, pero interesante", dijo Putin.
A su vez, un portavoz del Pentágono declaró en Washington que en la actualidad Irán “representa el mayor peligro” para EE. UU. y el Medio Oriente.
Entretanto, el presidente estadounidense, Barack Obama, prorrogó un año más la vigencia de las sanciones impuestas a Irán en 1979 tras la victoria de la revolución islámica.
A pesar de que en 1981 EE. UU. e Irán firmaron, con la mediación de Argelia, unos acuerdos llamados a normalizar las relaciones tras la toma de rehenes estadounidenses de 1979, que pusieron fin a 444 días de cautiverio de 52 personas, las sanciones estadounidenses no sólo no se han levantado aún, sino que se han endurecido en los últimos años.
Según los documentos firmados en 1981, EE. UU. se comprometió a no inmiscuirse en los asuntos internos del país islámico, a levantar los embargos comerciales y a desbloquear las cuentas bancarias de Irán. Por su parte, Irán se avino a pagar la deuda estatal contraída con EE. UU. Ahora Washington considera que Teherán no respeta aquellos acuerdos y además desarrolla un programa nuclear que amenaza a la seguridad global.
Además de las sanciones estadounidenses contra el país islámico, siguen vigentes las sanciones de la ONU, impuestas en junio del 2010 por la negativa de Irán a frenar el enriquecimiento de uranio.