Un ataque aéreo de la OTAN ha costado la vida a 26 soldados pakistaníes y ha causado heridas al menos a 14. Los helicópteros de la Alianza inrrumpieron anoche en el espacio aéreo pakistaní desde la frontera afgana, y atacaron el punto de control fronterizo Salala, ubicado en la localidad de Baizai, al noroeste del país, a 2,5 kilómetros de Afganistán.
Las autoridades de Pakistán han condenado enérgicamente la agresión, que califican de “indiscriminada” y “no provocada”, y han elevado una protesta a la Casa Blanca. El embajador de Estados Unidos en Islamabad ha sido reclamado por el Ministerio del Exterior pakistaní para dar explicaciones sobre este hecho.
Por “razones de seguridad” Pakistán ha decidido bloquear el Paso Khyber, la ruta que discurre por la Cordillera Safīd sobre la frontera entre Pakistán y Afganistán y que conduce al noroeste de Peshawar y de allí a Kabul. Se trata del mayor paso fronterizo entre los dos países, a través del cual la misión de la OTAN en Afganistán, la Fuerza Internacional de Asistencia a la Seguridad (ISAF), recibe más de la mitad de sus suministros. Según informan medios locales, decenas de camiones y de tanques con combustible permanecen parados en la pista.
Más tarde las autoridades de Pakistán exigieron de una forma categórica que EE. UU. desalojara en 15 días la base aérea de Shamsi, situada en el sur del país, que supuestamente es utilizada secretamente por la CIA para lanzar los aviones no tripulados Predator.
La única respuesta que por el momento las autoridades del país han lograron obtener de la OTAN es que “en el lado paquistaní de la frontera” de la así llamada ‘zona de las tribus’ [territorio tristemente famoso por los enfrentamientos continuos con los talibanes] se llevaba a cabo una operación de inteligencia. A parte de eso, la Alianza se ha limitado a decir que es “consciente” de que ha ocurrido “un incidente”. "Estamos investigando lo sucedido y hasta que no hayamos extraído conclusiones no vamos a hacer comentarios", informa Gason Waggoners, portavoz de la ISAF. Sin embargo, el general John Allen, jefe de la misión afgana de la OTAN, ha expresado sus condolencias a los familiares de los militares que “pudieran haber muerto o resultado heridos en el suceso”.
El conflicto tiene lugar en medio de la creciente tensión entre Islamabad y Washington. El pasado mes de mayo EE. UU. llevó a cabo en el territorio del país la operación que acabó con el terrorista número uno, Osama Bin Laden, sin dar previa cuenta de ello a las autoridades pakistaníes.
En varias ocasiones Washington ha dicho que el éxito de la operación se debió precisamente a que Islamabad no estaba al tanto de la misma. El propio presidente Obama comentó que el líder de Al Qaeda podría tener una red de apoyo en Pakistán, algo que siempre han rechazado por las autoridades de este país.
Islamabad, por su parte, notificó por escrito a la Casa Blanca que EE. UU. debe reducir la presencia de sus tropas en su territorio. Asegura, además, que prepara una petición oficial a la ONU para denunciar las bajas civiles que causaron los numerosos operativos aéreos de la OTAN en las zonas fronterizas pakistaníes. Según cifras de la Oficina del Periodismo de Investigación (Londres), sólo los aviones estadounidenses no tripulados (VANT) realizan como promedio un ataque de misil cada cuatro días.
Se calcula que entre 2004 y 2011 estos ataques dejaron un saldo de entre 2.292 y 2.864 víctimas mortales entre paquistaníes (entre 385 y 775 civiles). Según expertos británicos que citan como fuentes más de 2.000 informes de los medios de comunicación, documentos filtrados por WikiLeaks y testimonios personales, los ataques de la OTAN contra talibanes durante estos siete años se han cobrado la vida de al menos 168 niños paquistaníes.