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Vivir sin pesticidas, la batalla legal de los campesinos nicaragüenses

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Vivir rústicamente para tener una buena salud es la receta clásica de la longevidad. Es lo que creía Wilfredo Espinoza, un agricultor nicaragüense, que trabajó en el campo toda su vida y esperaba tener una vejez tranquila al jubilarse. Pero sus planes fueron reducidos a la nada por la falta de re

Vivir rústicamente para tener una buena salud es la receta clásica de la longevidad. Es lo que creía Wilfredo Espinoza, un agricultor nicaragüense, que trabajó en el campo toda su vida y esperaba tener una vejez tranquila al jubilarse. Pero sus planes fueron reducidos a la nada por la falta de recursos y un agotamiento que iba aumentando día a día.

"Me sentía muy cansado, tenía tos... Sentía que en mis pulmones había algo que no funcionaban bien", dice Espinoza. Esos síntomas son ya comunes entre aquellos campesinos que laboraron en el Municipio de Chinandega, al noroeste de Nicaragua.

Las plantaciones de plátanos representan gran parte de la riqueza agrícola de Nicaragua, pero muchos de los que las trabajaron se encontraron con un enemigo invisible y muchas veces letal.

Una amenaza oculta

Se trata del Nemagón, también conocido como dibromocloropropano (DBCP), un pesticida que ahora está prohibido en la mayoría de los países, pero que anteriormente fue usado ampliamente por las transnacionales bananeras. Destinado a proteger la producción platanera de las plagas y mejorar su cosecha, fue eficaz pero a costa de la salud de miles de campesinos.

Actualmente, el DBCP es considerado un causante de esterilidad masculina. Y según los expertos tiene una fuerte toxicidad genética. También ha sido calificado como probable cancerígeno por The International Agency for Research on Cancer (IARC).

Sus consecuencias devastadoras para la mente humana también han sido reveladas, como que provoca pérdida de la autoestima, depresión severa, pesadumbre y confusión.

La alta toxicidad de esta sustancia fue la causa de su prohibición en Estados Unidos en los años 70, pero durante varias décadas se continuó usando en Nicaragua y la aparición de patologías no se hizo esperar, incluso en generaciones posteriores a los directamente expuestos a él.

Las consecuencias venenosas

Una de las víctimas de este químico es una mujer de Chinandega que pasó décadas en las plantaciones; hace algunos meses murió de cáncer. Su hijo, Juan Carlos, tiene múltiples dolencias desde su nacimiento y no puede vivir sin el cuidado de sus familiares. A ellos les cuesta entender cómo se pudo seguir utilizando un químico así, pese a que los empresarios conocían sus nocivas características.

"Si los sabían y lo usaban, no debieron hacerlo porque no sólo perjudicaban al trabajador, sino también a la gente que no trabajaba con ellos... este niño fue su víctima", insiste Cecilia Picado, tía de Juan Carlos.

Y no sólo él. Victoria Ortega ya no se mueve con la misma rapidez que antes. Luego de 27 años desempeñando distintos cargos en las bananeras provocaron en sus hijos todo un abanico de afecciones que ella atribuye al pesticida. "Cinco hijos tuve.  Pues… dos me salieron estériles, no pueden tener hijos. Otra me salió con los hijos enfermos. Asímismo, su segundo hijo le salió con una pelota aquí en la cabeza", cuenta la mujer.

Un largo camino a la justicia

De momento, en Nicaragua han sido registrados casi 30.000 víctimas potenciales del Nemagón. Sus efectos también se han dejado sentir en Costa Rica y Honduras, un factor que para los perjudicados es parte de la política habitual de las transnacionales en Centroamérica.

"A nosotros siempre nos han tratado como colonia, porque somos tercermundistas… Así nos han visto siempre los estadounidenses a nosotros, por eso el trato es diferente", explica Porfirio Vidaurre, obrero agrícola.

Hoy en día, las víctimas de las multinacionales han emprendido un largo camino para obtener justicia demandando a los que utilizaron la sustancia a sabiendas de que era nociva. En agosto de este año, los bananeros costarricenses afectados por el Nemagón lograron vencer a la compañía estadounidense Dole Food Company, para la que trabajaron hace 40 años. La decisión del tribunal fue que esta empresa debía pagarles una indemnización a sus 780 extrabajadores.

La sentencia alentó a los nicaragüenses a hacer lo propio y entablaron demandas contra otras firmas que utilizaron los mismos pesticidas, así como a las compañías productoras de la venenosa sustancia, es decir a la Dow Chemical Company, Shell Oil Company, Shell Chemical Company, Shell Chemical Company LLP y Occidental Chemical Corporation, entre otras.

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