Un adolescente mexicano indocumentado se suicidó en el estado Texas, ante la frustración y desolación que le causaba el hecho de no poder legalizar su situación migratoria en Estados Unidos.
Según las cartas que dejó escritas Joaquín Luna Lerma, de 18 años, soñaba con ser ingeniero, pero su condición de indocumentado constituía un obstáculo a sus ilusiones, por lo que sentía miedo en un país donde ni siquiera tenía el derecho a estudiar.
El joven, que cursaba el último grado de la preparatoria, ya había sido aceptado en varias universidades con beca completa, pero estaba atrapado por la política migratoria de EE. UU. y perdió rápidamente el entusiasmo, incluso dejó de ir a la escuela ante el futuro incierto.
La noche del pasado viernes, un día después de la celebración del Día de Acción de Gracias, Joaquín se puso un traje, besó a su madre y se despidió del resto de su familia con un adiós. Poco después, entró al baño y se disparó con una pequeña pistola.
Una puñalada a las aspiraciones
La falta de una estabilidad migratoria es un motivo de preocupación y angustia para millones de personas que viven al borde de la deportación y no ven un futuro en EE. UU.
El hermano mayor de Luna, Diyre Mendoza, relató que Joaquín estaba frustrado, porque tenía la esperanza de que se aprobara en diciembre pasado el proyecto de ley conocido como Dream Act, una legislación que pretende abrir una vía a la legalización de estudiantes indocumentados que llegaron al país cuando eran niños.
Dicha ley permitiría legalizar a inmigrantes que han estado en EE. UU. por más de cinco años, mientras cursen estudios universitarios y se unan a las fuerzas armadas. Sin embargo, a lo largo de la última década, la iniciativa, aprobada solamente en los estados de California e Illinois, ha sido rechazada múltiples veces en el Congreso, a pesar de las amplias movilizaciones estudiantiles por todo el país.