“Lo que viene para España es muy difícil”, según reconoció el futuro presidente del Gobierno español, el derechista Mariano Rajoy del Partido Popular (PP), en su primera aparición pública desde las elecciones del pasado 20 de noviembre.
Para Rajoy, el objetivo principal de su presidencia será encontrar una salida de la crisis económica que vive el país, que ha alcanzado su máximo índice de desempleo en noviembre. Según los últimos datos oficiales, el paro subió por cuarto mes consecutivo y se sitúa ahora en 4,4 millones de personas sin trabajo, es decir el 22,8% de la población activa.
En este contexto, “controlar el gasto es una auténtica necesidad”, anunció el político. La resolución de los problemas “no es tarea de un solo Gobierno, sino de toda la nación”, declaró Rajoy, que solicitó la colaboración de otras fuerzas políticas.
El próximo 19 de diciembre, Rajoy pronunciará su discurso de investidura ante el Congreso de los Diputados y dos días más tarde tomará posesión del Gobierno.
¿Un cambio deseado?
El descontento de los españoles por la política del Gobierno socialista a la hora de hacer frente a la crisis económica podría explicar la mayoría histórica que recibió el PP y la derrota del Partido Socialista Obrero Español (PSOE), ya que la gente “quería un cambio a cualquier precio”, según el analista Manuel Manrique.
Austeridad en las administraciones públicas, reestructuración del sistema financiero, reforma laboral, apoyo a los emprendedores y reducción de personal en las empresas públicas, son las medidas más urgentes a aplicar, según Rajoy.
Sin embargo, muchas de ellas no serán del agrado de una gran parte de la población, lo que podría reforzar movimientos sociales como el del 15-M y Democracia Real Ya, cuyas protestas agitan el país desde mayo de 2011.