Tras la renuncia a la carrera pre electoral de Herman Cain, las encuestas de los aspirantes a la candidatura republicana para las elecciones presidenciales en EE. UU. están lideradas por Newt Gingrich, el ex presidente de la Cámara de Representantes de EE. UU.
Gringrich obtendría el 25% del apoyo, según el sondeo del diario Des Moines Register del estado de Iowa, considerado clave en la campaña electoral, ya que es uno de los primeros en votar en las elecciones y suele marcar las tendencias de los votantes.
El segundo lugar en la clasificación de popularidad lo ocupó el legislador de Texas Ron Paul con el 18% del apoyo y en el tercer lugar se sitúa el ex gobernador de Massachusetts Mitt Romney, con el 16%.
Cain, que suspendió su campaña tras varias acusaciones de acoso sexual, había pasado del 23% al 8% de intención de voto en el último mes, desde que salieran a la luz las imputaciones. El ya ex candidato todavía no ha desvelado a quién ofrecerá su apoyo tras su retirada, aunque prometió hacerlo en breve.
La legisladora de Minnesota Michele Bachmann asegura que es muy posible que sea ella quien represente a las voces que apoyaban a Cain. Señaló que "los votantes del empresario afroamericano veían a Herman Cain como alguien de fuera de la política y creo que ven que mi voz sería la que mejor refleje sus propuestas”.
Si Herman Cain se forjó una reputación de enemigo de los inmigrantes latinoamericanos con afirmaciones como “los terroristas entran a Estados Unidos desde México”, y demostró sus escasos conocimientos sobre cultura latinoamericana al preguntar en un restaurante: “¿Cómo se dice ´delicioso´ en cubano?” (dejando claro que no sabe que en la isla se habla español), el nuevo líder potencial del partido republicano propone directamente provocar revueltas al estilo árabe en Cuba.
Newt Gingrich ofreció aplicar un modelo de política muy agresivo contra la isla, que él mismo bautizó como 'Primavera cubana', en alusión a las revueltas populares desatadas en Oriente Próximo y el Norte de África. Según Gingrich, el país norteamericano no sólo debe seguir presionando al poder cubano, sino que debe aumentarla, particularmente a través de la creación de una fuerte maquinaria propagandística.