Tras los comicios parlamentarios del pasado 4 de diciembre, las calles de varias ciudades rusas se convirtieron en escenario de protestas y manifestaciones. De todas ellas destacó la acción del 10 de diciembre en Moscú, que reunió a unas 25.000 personas, cifra récord desde los años 90.
Libertad para expresarse
Estas convocatorias fueron avaladas por el Gobierno federal, como parte del derecho de sus ciudadanos a pronunciarse libremente. De hecho, tanto el presidente ruso, Dmitri Medvédev, como el primer ministro, Vladímir Putin, subrayaron que la oposición tiene "la posibilidad de expresar su opinión" y que "las manifestaciones son una demostración de la democracia”. Sin embargo, tanto Medvédev como Putin señalaron que estas acciones no deben saltarse el marco de la ley, y deben transcurrir pacíficamente. Y así ocurrió este sábado.
Tras las marchas no autorizadas del lunes y del martes, que provocaron choques entre los manifestantes y las fuerzas de seguridad, las declaraciones del mandatario tuvieron eco en la sociedad y miles de rusos salieron a las calles a mostrar su posición pacíficamente.
La semana postelectoral en Moscú estuvo marcada por una serie de manifestaciones tanto de los opositores como de los partidarios de Rusia Unida, el partido que obtuvo casi la mayoría de los votos en los comicios. Quienes no estuvieron de acuerdo con los resultados de las elecciones, realizaron su acción más grande el sábado en la Plaza Bolotnaya.
Este lugar se convirtió en el punto de encuentro de las diferentes fuerzas opositoras, que finalmente consiguieron llegar a un acuerdo para concurrir juntas y congregar a 25.000 personas -según datos oficiales- que se expresaron con una sola voz.
Los opositores no buscan la revolución
Los participantes aseguraron no desear ninguna revolución, sino sencillamente mostrar que no están de acuerdo con los resultados electorales. En un hecho casi histórico que no se veía desde la década del 90, los ciudadanos exigieron a sus gobernantes que se investiguen las denuncias de fraude, una modificación de la ley electoral y el recuento de los votos.
Dicha reclamación fue aireada de modo pacífico, en presencia de la Policía, que custodiaba el punto de encuentro para garantizar la seguridad y el orden. Sin embargo, este equilibrio estuvo a punto de ser quebrado por algunos radicales ultraderechistas, que fueron detenidos inmediatamente por las autoridades.
¿Quién quiere desestabilizar la situación?
Provocaciones como esta, según muchos expertos, son hasta cierto punto el resultado de la incitación por parte de Occidente para desestabilizar a Rusia.
"Las intenciones reales de los políticos estadounidenses no son analizar los resultados de las elecciones. No les preocupa si las elecciones fueron justas o no, o si se registraron algunas irregularidades, porque EE. UU. está involucrado en un plan multifacético para debilitar a Rusia y desprestigiar a su Gobierno", asegura Brian Becker, director de la Coalición A.N.S.W.E.R.
A todo esto se sumaron las criticas de la secretaria de Estado de EE. UU., Hilary Clinton, que se mostró preocupada por el desarrollo de las votaciones, que -según ella- no fueron “ni libres, ni justas”.
Tales comentarios tienen su origen en los intereses políticos de Estados Unidos, según afirma Konstantín Kosachov, presidente del comité de asuntos exteriores de la Duma Estatal. Según el político, las acusaciones procedentes de EE. UU., así como de la Unión Europea, la OTAN, y otros altos representantes de Occidente “no tienen nada que ver con la democracia en Rusia ni con las elecciones en Rusia”. “Se trata de geopolítica, de debilitar un poco a Rusia para fortalecerse algo ellos mismos. Y esto es absolutamente inaceptable”, sentencia Kosachov.
El primer ministro Putin expresó su descontento por los comentarios lanzados desde Washington que volvieron a sembrar de incertidumbre la relaciones entre ambos Estados. “Observé la primera reacción de nuestros socios estadounidenses. Lo primero que hizo la secretaria de Estado fue calificar las elecciones de injustas. Antes de recibir los materiales de la Oficina para las Instituciones Democráticas y los Derechos Humanos. Ella marcó la pauta para varios activistas de nuestro país, dio una señal. Ellos escucharon esa señal y empezaron su trabajo con el apoyo del Departamento de Estado”, aseguró Putin.
Un trabajo que para 'Golos', una organización observadora de las elecciones, comenzó tiempo atrás, pues se ha sabido que intentó llegar a un acuerdo con la organización la Agencia Estadounidense de Desarrollo Internacional para recibir un presunto pago por cada infracción encontrada en las votaciones.
Pese a estos intentos infructuosos, la unión de los ciudadanos rusos en el marco de un diálogo transparente con el Gobierno central demostró que Rusia dejó su “primavera revolucionaria” veinte años atrás, después de la disolución de la URSS.