Los 27 países miembros de la Unión Europea han llegado a un acuerdo para imponer un embargo a las importaciones del petróleo iraní como parte del nuevo paquete de sanciones contra Teherán que Europa discutirá el 30 de enero. Mientras tanto, EE. UU. intenta a persuadir a otras potencias mundiales para imponer sanciones semejantes.
Estas medidas de represalia que se estudiarán durante el próximo Consejo de Ministros de Asuntos Exteriores de la UE son la respuesta europea a la continuada negativa de Irán a colaborar con la comunidad internacional sobre su cuestionado programa nuclear.
La nueva ronda de sanciones es una consecuencia del último informe del OIEA (Organismo Internacional de Energía Atómica), que en diciembre acusó a Irán de desarrollar tecnología destinada a la fabricación de armas nucleares, algo que Irán rechaza de plano, asegurando que su programa tiene un carácter pacífico. Sin embargo, la Unión Europea y otros países, como EE. UU. e Israel en particular, no se fían de Teherán y piden aumentar la presión sobre la república islámica y endurecer las sanciones.
La decisión europea coincide con un aumento de la tensión en la región del Golfo Pérsico, después de que EE. UU. enviara un portaaviones a aguas territoriales iraníes donde se realizaban ejercicios militares. A renglón seguido Irán amenazó con bloquear el estrecho por el que pasa el 40% del tráfico petrolífero mundial si le impone un embargo. Aunque el buque de guerra estadounidense salió de escena, las autoridades iraníes amenazaron con represalias y aclararon que “sólo lo advertirán una vez”.
Con la vista puesta en otros proveedores
En cuanto a las consecuencias del embargo petrolífero para Europa, fuentes diplomáticos sostienen que las pérdidas serían compensadas gracias a otros proveedores de crudo, como ocurrió cuando se detuvo la producción en Libia por la guerra del pasado año.
Ahora Irán abastece a once miembros de la UE y es el quinto suministrador de petróleo a la UE después de Rusia, Noruega, Libia y Arabia Saidí. Aunque las importaciones iraníes representan sólo el 5,8% del consumo europeo (según datos de 2010), para algunos países de la comunidad como España y Grecia la medida restrictiva podría resultar muy contraproducente. Mientras Francia compra a Irán un 2,8% del total de crudo que consume, el porcentaje español asciende al 14.6%, el mayor de Europa. Por su parte, Grecia importa un 14% de sus reservas de petróleo de Irán en condiciones ventajosas, escenario que se esfumaría como un espejismo si se introduce el bloqueo.
Embargo lucrativo
El embargo contra Irán sería muy beneficioso para su rival económico y político, Arabia Saudí, el mayor productor de petróleo del mundo y viejo aliado de EE. UU. Las autoridades saudíes ya han dicho que aumentarán la producción, reemplazando el papel suminstrador de Irán y disminuyendo su influencia en la región. Además, Arabia se dice dispuesta a persuadir a países asiáticos de la necesidad de apoyar las sanciones, lo que le permitiría extender su presencia en los mercados de Asia.
EE. UU. busca ampliar el embargo contra Irán a escala mundial
EE. UU, enfrentado a Irán en la arena internacional, también busca el modo de favorecer el embargo y extenderlo a gran escala. Fuentes diplomáticas informan sobre las negociaciones que Washington mantiene con China e India con el objetivo de persuadirles de la necesidad de imponer a Teherán restricciones petroleras semejantes a las europeas.
Los especialistas también llaman la atención sobre la presión que EE. UU. ejerce sobre países como Corea del Sur y Japón, grandes consumidores de petróleo. En particular se trata de presión ejercida sobre los bancos comerciales de estos países, que podrían optar por promulgar sanciones ante “el riesgo de ser excluidos del sistema financiero de los Estados Unidos”, asegura Trevor House, analista económico del grupo Rhodium, en declaraciones al periódico 'Wall Street Journal'.
Se estima que un embargo bien coordinado con los países productores del petróleo y los principales compradores, como la UE o China, podría minimizar las pérdidas para los precios mundiales de crudo y, al mismo tiempo, infligir un daño considerable a los ingresos de Irán, haciéndolos caer hasta en un 50%.