En Estados Unidos para miles latinos el sueño americano se ha convertido en un infierno. Debido a las deportaciones muchas familias han sido separadas, incluso hasta las que ingresaron al país de manera legal.
La familia Ochoa-Restrepo entró a Estados Unidos de forma legal hace seis años, sus peticiones de asilo fueron denegadas y cuando trataron de entrar a Canadá evitando permanecer irregularmente en 'el país de las oportunidades', las autoridades canadienses los entregaron al Departamento de Inmigración de Estados Unidos. Esto ocurrió hace dos años y aún continúan luchando por permanecer en el país legalmente, especialmente por sus hijos y la educación de estos.
“Pido solo que nos dejen quedar aquí, que le quiten el 'grillete' a mi mamá”, es lo único que quiere Lucas Ochoa, refiriéndose a la orden de deportación que pesa sobre varios miembros de su familia.
Federico vive en un limbo migratorio y su esposa, Ana Isabel, se acerca al infierno de la incertidumbre. Según narra, está bajo la estricta vigilancia de las autoridades migratorias estadounidenses y no sabe si será deportada. Le han puesto un localizador electrónico, conocido popularmente como 'grillete'.
La madre de la familia cuenta que tiene este aparato colocado desde el 27 de octubre de 2011 y hasta recuerda el momento exacto en el que se lo pusieron, a las dos de la tarde, como si se tratara de una sentencia irreparable.
"Esto ha significado mucho para nosotros, para los niños, no es solamente llevarlo y decir 'lo tengo', sino que no es lo que nosotros queríamos llegar a sentir. Nunca quisimos ser ilegales y nunca pensamos que esto iba a suceder", confiesa Ana Isabel con voz entrecortada.
Aunque esta práctica causa descontento en la comunidad inmigrante, las deportaciones son parte del proceso legal del país, tal y como comentó el abogado Leonardo Viota Sesin, experto en leyes migratorias: “Es legal porque está basada en que estas personas, en su gran mayoría, no estamos hablando de los errores que a veces comete el servicio de inmigración, pero en general son personas que han incumplido las obligaciones de acuerdo a los permisos que se les otorgan en Estados Unidos”.
Más allá de su legalidad, las deportaciones continúan destrozando a miles de familias. En la primera mitad de 2011, más de 46.000 padres y madres fueron expulsados, mientras que más de 5.000 niños en EE. UU. están separados de sus padres y reubicados en hogares de acogida.
Para evitar que los Ochoa se conviertan en otra estadística, la comunidad creó un sitio en Internet que busca detener su deportación. Llevan reunidas alrededor de 1.900 firmas y en el cierre de esta época festiva, la hija mayor pide un solo regalo para el día de Reyes: poder terminar sus estudios y graduarse en el colegio.
Valeria es una de los miles de adolescentes estadounidenses que le han enviado cartas al presidente Obama pidiendo que detenga las deportaciones y las separaciones de familias. Últimamente, esta práctica judicial se extendió a lo largo del país y en los próximos cinco años, la cantidad de niños afectados podría triplicarse. Pero esta familia no piensa darse por vencida, ya que, como dice Federico Ochoa, “no está muerto quien lucha”.