En Irak, los periodistas se han visto atacados de manera metódica, debido a la intolerancia que existe hacia los disidentes y la crítica pública de algunas políticas gubernamentales. Esto ha conducido a que muchos de ellos se vean obligados a apartarse de la escena revolucionaria y de las protestas populares por temor a represalias.
Yousif Al-Timimi es un periodista independiente. Él muestra imágenes que evidencian que las fuerzas del orden iraquíes le atacaron por su actividad profesional durante las protestas de febrero. Él gritó 'Sahafa', que significa 'periodista' en árabe, una y otra vez, pero esto hizo que los policías se volvieran aún más violentos. Yousif pudo escapar del arresto gracias a dos periodistas extranjeros que intervinieron, pero desde que detuvieron a uno de sus colegas él ha dejado de cubrir las manifestaciones.
"Para los periodistas se ha hecho difícil llegar a la plaza Tahrir. Yo mismo no voy. Hace tiempo que dejé de aparecer por allí. No es que tenga miedo, simplemente no quiero que me arresten. No quiero que me maltraten", confiesa Al-Timimi.
Tahrir ('liberación', en árabe) es tal vez la palabra que mejor se asocia con la revolución en Egipto. Pero este también es el nombre de una plaza en Bagdad. La primavera pasada, inspirados por sus vecinos de los países árabes, los iraquíes empezaron a protestar contra el Gobierno en el centro de la capital. Sin embargo, los reporteros locales que intentaron cubrir estas acciones fueron silenciados por las fuerzas del orden. Hoy en día los periodistas que se expresan públicamente suelen ser arrestados, golpeados o simplemente asesinados.
"Los periodistas ahora son una especie amenazada en Irak. Hemos observado numerosos ataques contra representantes de la prensa. Parece que hay una alta intolerancia hacia los disidentes, a la crítica pública de algunas políticas gubernamentales o hacia los líderes, trátese de los iraquíes kurdos o árabes", dice Joe Stork, subdirector de la División de Oriente Medio y África del Norte de Human Rights Watch.
Una práctica muy común no solo para Bagdad, sino también para otras regiones del país. Ahmed es un joven fotógrafo que fue detenido en la región de Kurdistán mientras cubría unas protestas similares. Después del arresto, fue encarcelado por 4 días y torturado. Por miedo a las represalias por parte del Gobierno, pidió a RT que ocultara su rostro y cambiara su nombre.
"La primera noche me arrestaron las Fuerzas de Seguridad y luego me interrogaron. Tras el interrogatorio me confinaron a una celda de aislamiento. Después vinieron 6 hombres y empezaron a gritarme y a pegarme con cables. Luego me electrocutaron. Querían que admitiera que no había estado en las protestas", relata Ahmed.
Cuando finalmente fue liberado, un amigo suyo hizo fotos de sus heridas y las publicó en una revista local, y no se hizo esperar una nueva orden de arresto para Ahmed. "Me arrestaron por segunda vez porque la revista Lvin Magazine publicó una crónica de lo que me había pasado. Me detuvieron 3 días y me hicieron firmar una declaración de que no volvería a hablar con la prensa", agregó Ahmed.
Las autoridades, a su vez, no niegan que ciertas personas utilizan su poder para silenciar a la prensa pero indican que se trata de casos aislados:
"No puedo negar que hay gente que no acepta la libertad de expresión, incluso en el nivel gubernamental. Pero es algo personal. No está apoyado por el Gobierno. Tenemos una instrucción estricta para que la ley y el Estado de derecho se apliquen a todo el mundo. Nadie debe usar su posición o poder para perjudicar a los demás periodistas. Por supuesto, he oído sobre estos casos y he increpado a la gente por usar su poder. El Gobierno no lo controla. Por ejemplo, en el Ministerio del Interior hay personas que abusan de su poder contra el ciudadano y los periodistas. Algunos de ellos han sido despedidos", asegura Ali Dabbagh, portavoz del Gobierno iraquí.
La organización Reporteros Sin Fronteras reitera su preocupación por todas estas violaciones a la libertad de prensa que infringen las garantías constitucionales vigentes en Irak. A pesar de esto y de las medidas tomadas por el Gobierno, la lista de agresiones y detenciones no deja de crecer.
Casos como los de Ahmed y Yousif claramente demuestran que Irak aún está muy lejos de ser un país verdaderamente democrático, un objetivo establecido y no logrado por Estados Unidos que retiró sus tropas de Irak tras casi 9 años de guerra.