Una red asesinaba a personas para comercializar su grasa corporal
Las autoridades peruanas han detenido a cuatro personas acusadas de pertenecer a una banda, Los Pishtacos del Huallaga, que podría haber asesinado a más de 60 personas para extraer su grasa corporal y venderla a 15.000 dólares el kilo para elaborar productos cosméticos.
Las desapariciones en el Valle del Huallaga (Perú) son algo cotidiano. Entre los narcotraficantes y el rastro dejado por Sendero Luminoso (organización terrorista peruana), muchas de las desapariciones de la zona han permanecido sin destaparse en los últimos años, por lo que nadie dio el grito de alarma ante los casos más recientes.
Ahora la policía peruana ha detenido a cuatro personas acusadas de pertenecer a la banda Los Pishtacos del Huallaga, que podrían haber acabado con la vida de más de 60 campesinos y lugareños. Se les imputan los delitos de homicidio por lucro, asociación ilícita, tenencia ilegal de armas de fuego y tráfico de drogas, según informó Jorge Sanz, el titular de la 57 Fiscalía Penal de Lima.
La población conocía la forma de actuar de la banda, pero no denunciaban las desapariciones por el pánico que tenían a correr la misma suerte, lo que alimentó el mito del pishtaco, personaje legendario del folclore andino peruano. Esta figura mítica es un asesino a sueldo que ataca a mujeres y hombres solitarios, degollándolos para comer su carne en forma de chicharrones y vender su grasa. Entre la población se cree que el pishtaco, que aparece en novelas como Lituma en los Andes de Mario Vargas Llosa, cuenta con el respaldo de las autoridades locales y total impunidad, lo que provoca que la gente no los denuncie.
Como si de un ritual se tratase, los asesinos mutilaban la cabeza con una especie de hoz (la wincha) y después amputaban las extremidades. Posteriormente colgaban el tórax con un gancho metálico que pendía de un trípode artesanal y colocaban bajo el cuerpo velas para extraer mediante el calor la grasa que destilara el cuerpo, según revela el informe policial. Los cadáveres se tiraban posteriormente en un río, según confesó uno de los detenidos, Serapio Marcos Arizmendi alias ‘Marcos’.
La grasa era trasladada a Lima, donde se vendía a los extranjeros. El destino final de la mercancía, por la que se pagaban hasta 15.000 dólares por kilo, era Europa. Precisamente al interceptar uno de los envíos que llegaban a la capital peruana –con más de 15 litros de grasa transportada en botellas de gaseosa-, la policía inició las investigaciones hace dos meses.
La grasa interceptada en la detención pertenecía a Abel Matos Aranda, asesinado el pasado 16 de septiembre según el informe policial. Las autoridades siguen investigando para conocer la magnitud de esta operación y localizar a otros siete integrantes que se encuentran en paradero desconocido.