El asesor general de la CIA nunca autorizó el espionaje masivo de musulmanes que organizó la policía neoyorquina con ayuda de un oficial de Inteligencia, revela una investigación de la agencia AP.
La revelación cuestiona la legalidad de este operativo llevado a cabo por la policía de la ‘Gran Manzana’, que tras los atentados del 11 de septiembre de 2001, se convirtió en un potente servicio de inteligencia interna encargada de vigilar a la comunidad musulmana y a las organizaciones estudiantiles de Nueva York, infiltrándose en éstas y registrando literalmente cada uno de sus pasos.
El ojo que espía
En 2002 el director de la CIA, George Tenet, encargó a uno de los oficiales más experimentados de la CIA, Lawrence Sanchez, colaborar con el Departamento de Policía de Nueva York. Según fuentes de AP, allí se ocupó de diseñar los programas de espionaje.
Como resultado de esta operación, la vigilancia masiva se extendió a todos aspectos de la vida musulmana en la ciudad, de tal forma que agentes de paisanos lograron crear una base de datos con los lugares donde comían, compraban ropa, trabajaban o rezaban miles de musulmanes inocentes. A menudo esta vigilancia fue organizada sin ningún tipo de evidencia o indicio de conducta sospechosa.
Por poco democrático que parezcan tales medidas agresivas de vigilancia, la legislación estadounidense contempla la posibilidad de que los servicios de Inteligencia asistan a la policía con tecnologías especiales y con expertos, pero a condición de que esta ayuda se realice bajo la orden del presidente y la aprobación del asesor general de la CIA.
Una pequeña ‘omisión’
Durante la investigación de 2011 llevada a cabo por las autoridades del Nueva York, el comisionado de la policía, Ray Kelly, dijo que la inusual operación no fue ilegal, ya que la orden número 12333 del presidente, lo autorizaba.
Sin embargo, Kelly, que defendió este tipo de colaboración, no mencionó que una sección de la orden establece que el apoyo que presta Inteligencia a los cuerpos de seguridad locales requiere ser autorizado por el asesor general de la CIA.
El entonces asesor general de la CIA, Scott Muller, no aprobó la operación, según ha informado a AP un antiguo oficial anónimo de la agencia de Inteligencia. Las autoridades estadounidenses, por su parte, han dicho que los abogados sabían que Sanchez trabajaba para la Policía, pero que la legislación sobre este tipo de colaboración entre la CIA y la policía no había sido promulgada en el momento montarse el operativo de vigilancia masiva.
Tanto Muller, como la CIA se negó a explicar la aprobación de Sanchez o a presentar documentos que la justificaran. Aunque el inspector general aseguró que la agencia no hizo nada incorrecto, tampoco explicó la ausencia de documentos y comentarios jurídicos que excusaran la vigilancia.
La reacción oficial demuestra que todavía no se sabe que influencia ejerció la CIA en el escándalo de espionaje en Nueva York. Oficialmente, Sanchez, que había trabajado durante 15 años en la antigua Unión Soviética, Asia y Oriente Medio enseñando métodos de conseguir información de forma soterrada, supervisaba la dirección en el Departamento de Policía de Nueva York.
Entretanto, Kelly ha declarado que el operativo reforzó a la Policía con servicios de inteligencia externa. James Clapper, director de la Inteligencia Nacional, calificó a Sanchez ante el Congreso de analista, pero después lo desmintió. El actual director de la CIA, David Petraeus, lo calificó de consejero.