El primer ministro de Rusia y candidato a la Presidencia del país por Rusia Unida, Vladímir Putin, ha publicado un amplio artículo en el que esboza su visión de la cuestión étnica en Rusia, y cómo ve la resolución de los problemas vinculados con este tema. A continuación, reproducimos el texto completo de la publicación.
Para Rusia, con su variedad de lenguas, tradiciones, grupos étnicos y culturales, el problema étnico, sin temor a exagerar, tiene un carácter fundamental. Cualquier político responsable o servidor público debe ser consciente de que una de las condiciones principales para la existencia misma de nuestro país reposa en el consenso entre sus ciudadanos y sus etnias.
Nosotros vemos lo que ocurre en el mundo, vemos los riesgos potenciales. La realidad de hoy en día está marcada por la tensión entre nacionalidades y credos. El nacionalismo, la intolerancia religiosa se han convertido en la base ideológica de las agrupaciones y corrientes más radicales, las cuales destruyen, deterioran los estados y separan a la sociedad.
La migración a gran escala que, por cierto todo parece indicar que seguirá aumentando, ya es llamada por muchos 'la gran migración de los pueblos', capaz de cambiar el orden habitual y el aspecto de continentes enteros. Millones de personas en busca de una mejor vida abandonan sus tierras escapando del hambre, de conflictos interminables, de la pobreza y el caos social.
El empeoramiento del problema étnico ha afectado directamente a los países más desarrollados, quienes anteriormente se enorgullecían de su tolerancia. Hoy en día uno tras otro anuncian el fracaso de sus intentos de integrar en la sociedad a individuos de otras culturas, y proveer una integración pacífica y armoniosa de las distintas religiones, etnias o grupos culturales.
El 'crisol' de la integración echa humo y funciona mal, y no es capaz de 'digerir' el creciente flujo migratorio a gran escala. Esto se refleja en la política a través del 'multiculturalismo', que niega la integración por medio de la asimilación. Esto eleva sin mesura el 'derecho a la diferencia de las minorías', creando un desequilibrio entre este derecho y las obligaciones civiles, culturales y de comportamiento con relación a la población nativa y a la sociedad en general.
En muchos países existen comunidades etnorreligiosas muy cerradas, que no solo se niegan a ser asimiladas, sino que ni siquiera intentan adaptarse. Son conocidos los barrios, e incluso las ciudades enteras, donde varias generaciones de inmigrantes viven de las prestaciones sociales sin siquiera hablar el idioma del país receptor. La reacción en respuesta a estas conductas es el aumento de la xenofobia entre los nativos y el intento de defender por la fuerza sus intereses, sus puestos de trabajo y el bienestar social de la 'competencia de forasteros'. La gente se desconcierta por el maltrato a sus tradiciones, a su estilo de vida y ciertamente temen la amenaza de perder su identidad nacional.
Figuras políticas europeas de gran reputación empiezan a hablar del fracaso del 'proyecto multicultural'. Para conservar su estatus, abusan del 'mapa étnico' pasándose al terreno de aquellos a quienes antes calificaban de marginales o radicales. Las fuerzas extremistas, por su parte, se fortalecen de manera exponencial, pretendiendo seriamente tomar el poder del Estado. En realidad se ofrece conducir un diálogo para imponer la asimilación, pero con un trasfondo de aislamiento y endurecimiento agudo de los regímenes migratorios. Los miembros de otra cultura deben 'disolverse entre las masas' o quedarse como minorías étnicas, aunque sea con ciertos derechos y garantías. Esto en realidad es encontrarse excluido de la posibilidad de una carrera exitosa. Lo diré directamente: del ciudadano puesto en estas condiciones es difícil esperar lealtad hacia su país.
Detrás del 'fracaso del proyecto multicultural' está la crisis del modelo en sí, llamado 'Estado étnico', un estado formado históricamente sobre la base de la identidad étnica. Y este es un gran reto con el cual tendrían que enfrentarse Europa y muchas otras regiones del mundo.
Rusia como un 'Estado histórico'
A pesar de la aparente similitud, nuestra situación es totalmente distinta. Nuestros problemas étnicos y migratorios están ligados directamente a la caída de la Unión Soviética e, históricamente, de la gran Rusia, relegada a sus cimientos en el siglo XVIII. Esto acompañado de la inevitable degradación de los institutos sociales, económicos y estatales y con una brecha gigante de desarrollo en la escena postsoviética.
Al declarar hace 20 años la soberanía, los entonces diputados de la RSFSR (República Socialista Federativa Soviética de Rusia), en plena lucha con el 'centro de la unión', pusieron en marcha el proceso de creación de 'estados étnicos' incluso dentro de la misma Federación de Rusia. El 'centro de la unión', a su vez, en un intento de presionar a sus oponentes empezó a tramar un juego tras las bambalinas con las autonomías rusas, prometiéndoles un aumento del estatus 'etnoestatal'. Ahora los participantes de estos procesos se echan la culpa mutuamente. Pero es obvio que sus actos llevaron de igual manera hacia la desorganización y el separatismo. Ellos no tuvieron ni la hombría ni la responsabilidad ni la voluntad política para consecuentemente defender la integridad territorial de la patria.
Este hecho, del cual tal vez no se percataban los promotores del 'despilfarro de la soberanía', fue percibido por todos los demás, incluyendo a la comunidad internacional, logrando así que las consecuencias no se hicieran esperar.
Con la desintegración del país, quedamos al borde del abismo y en ciertas regiones estuvimos a las puertas de una guerra civil, justamente por motivos étnicos. Fue necesario un aplomo inmenso y un gran sacrificio para neutralizar estos focos, pero esto igual no significa que el problema esté resuelto.
Sin embargo, incluso en aquellos momentos en los que el Estado como institución estaba críticamente debilitado, Rusia no desapareció. Ocurrió justamente lo que decía Vasili Kliuchevski refiriéndose a los 'tiempos turbios': "Al romperse la estructura política del orden público, el país fue salvado por la voluntad moral del pueblo".
Y por cierto nuestra fiesta del 4 de noviembre, el Día de la Unidad del Pueblo que algunos llaman de manera superficial 'el día de la victoria contra los polacos', es en realidad 'el día de la victoria contra nosotros mismos', sobre la enemistad interior y las querellas, cuando la comunidad, el pueblo se reconoció como una sociedad única, un pueblo único. Nosotros podemos reconocer esta fiesta como el nacimiento de nuestra nación.
La Rusia histórica no es un Estado étnico, ni un 'crisol' estadounidense donde de una u otra forma todos son inmigrantes. Rusia tuvo su origen y se desarrolló durante siglos como un Estado pluriétnico. Un Estado en el que permanentemente existió el intercambio de costumbres, la integración, la mezcla de los pueblos a nivel familiar, de amistad o de trabajo. Cientos de etnias que habitaban sus tierras junto a los rusos. La conquista de enormes territorios que nutre la historia de Rusia fue una labor conjunta de muchos pueblos. Es suficiente con decir que la etnia ucraniana se esparce desde los Cárpatos hasta Kamchatka, al igual que las etnias tártaras, judías, bielorrusas…
En uno de los escritos rusos religioso-filosóficos más antiguos, 'La palabra de la ley y el paraíso', es rechazada la teoría misma 'del pueblo elegido' y es predicada la idea de la igualdad ante Dios. En la obra 'Novela de los años pasajeros' describen así el carácter pluriétnico del Estado ruso antiguo: "Mirad quién habla en eslavo en la Rusia: polianos, drevlianos, novgorodanos, polochanos, dregoviches, severianos, buzhanos… Y también hay otros pueblos: chud, meria, ves, muroma, cheremisi, mordva, perm, pechera, yam, litva, kors, narova, lives, que hablan en sus propios idiomas…".
Sobre el carácter especial del sistema estatal ruso escribía Iván Ilyin: "No extirpar, no aplastar, no avasallar la sangre ajena, no estrangular la vida extranjera, y dar a todos la respiración y una gran Patria… aceptarlos a todos, reconciliarlos a todos, dejar que cada uno rece a su manera, trabaje a su manera e integrar a los mejores de cada lugar en la construcción del Estado y la cultura".
El tabique, la tela que une esta civilización única, es el pueblo ruso, la cultura rusa. Esto es lo que los provocadores de todo tipo y nuestros enemigos van a intentar quitarle a Rusia haciendo uso de declaraciones falsas sobre el derecho de los rusos a la autodeterminación, sobre la 'limpieza de la raza', sobre la necesidad de "culminar lo empezado en 1991 y finalmente destruir el imperio que carga a sus espaldas el pueblo ruso". Para finalmente forzar a la gente a eliminar su Patria con sus propias manos.
Estoy totalmente convencido, los intentos de profesar la idea de forjar un Estado ruso 'nacionalista' y monoétnico contradicen a toda nuestra historia milenaria. Es más, ese es el camino más corto para liquidar al pueblo y al Estado rusos, o cualquier sistema estatal soberano que exista en nuestra tierra.
Cuando salen a gritar: "Ya basta de alimentar al Cáucaso", esperen, el día de mañana saldrán a decir: "Ya basta de alimentar a Siberia, el Lejano Oriente (ruso), los Urales, la región del Volga, la región de Moscú…". Ese era justamente el modo de operar de aquéllos que llevaron a la caída de la Unión Soviética. Con respecto a la ya mencionada autodeterminación étnica, la cual fue usada por políticos de todos los sectores en busca de poder y dividendos geopolíticos, desde Vladímir Lenin hasta Woodrow Wilson, está claro que el pueblo ruso hace tiempo se autodeterminó. La autodeterminación del pueblo ruso es una civilización pluriétnica sostenida por el núcleo cultural ruso. Y el pueblo ruso ha corroborado esta elección una y otra vez, pero no con plebiscitos o referendos, sino con su sangre durante toda su historia milenaria.
Un único código cultural
La experiencia rusa de desarrollo estatal es única. Somos una sociedad multinacional, pero somos un único pueblo. Debido a este rasgo nuestro país es complicado y multidimensional. Nos da unas posibilidades colosales de desarrollo en muchos campos. Sin embargo, si la sociedad multinacional se ve afectada por los bacilos del nacionalismo, pierde su fuerza y resistencia. Debemos comprender qué tipo de consecuencias a largo plazo puede tener tolerar los intentos de encender la enemistad nacional y el odio hacia la gente de otra cultura, otra fe.
La paz civil y la armonía internacional no es como un cuadro que se crea una vez y queda por siglos. Al revés, es una dinámica constante, un diálogo. Es un trabajo minucioso del Estado y de la sociedad que exige unas decisiones muy delicadas, una política sabia que sea capaz de asegurar 'la unidad en la diversidad'. Es necesario no solo cumplir los compromisos mutuos, sino también encontrar los valores comunes para todos. No se puede forzar a las personas a que vivan juntas. Y no se les puede forzar por interés, ponderando los beneficios y las pérdidas. Tales 'cálculos' funcionan antes de que se dé una crisis. Y en el momento de la crisis empieza un efecto retroactivo.
La seguridad de que podemos asegurar el desarrollo armónico de la sociedad multicultural está apoyada por nuestra cultura, historia y el tipo de identidad.
Hay que señalar que muchos ciudadanos de la URSS que estaban en el extranjero se autodenominaban como rusos. Y todos se consideraban rusos, independientemente de su etnia. Es interesante que los rusos de las diferentes etnias en ningún lugar y nunca, en ninguna emigración, han formado diásporas étnicas estables, aunque su cantidad ha sido considerable. Es porque nuestra identidad tiene otro tipo de código cultural.
El pueblo ruso es la base del Estado, así ha sido durante todo el tiempo de existencia del país. La gran misión de los rusos es unir la civilización. El idioma, la cultura, 'una cordialidad general', como decía Fiódor Dostoyevski, deben unir a los armenios rusos, los azerbaiyanos rusos, los alemanes rusos, los tártaros rusos… Unirlos en un tipo de Estado donde no hay 'representantes de una etnia ajena'.
Tal tipo de identidad de la civilización se basa en la conservación de la cultura rusa dominante, que no solo pertenece a los rusos eslavos, sino también a todo el pueblo de Rusia, independientemente de su etnia. Este es el código cultural que se ha visto sometido en los últimos años a unas serias pruebas, un código que tratan de violar. No obstante, sin duda alguna, este código todavía se conserva y hay que reforzarlo y cuidarlo.
Un papel enorme en esta situación lo juega la enseñanza. La elección del programa educativo, la diversidad en la enseñanza es nuestro logro incuestionable. Pero esta diversidad debe basarse en valores firmes, conocimientos e ideas básicas sobre el mundo. La tarea principal que tiene la enseñanza en la sociedad es dar a cada persona unos conocimientos humanitarios absolutamente necesarios que componen la base de la autoidentidad del pueblo. Ante todo hay que intentar aumentar el papel de asignaturas tales como el idioma ruso, la literatura rusa o la historia de la patria, por supuesto, todo en el contexto de la riqueza de las tradiciones y culturas nacionales.
Algunas universidades famosas de EE. UU. en los años 20 del siglo pasado se pusieron como prioridad estudiar la cultura occidental. Cada estudiante debía leer 100 libros de una lista especial. En algunas universidades de EE. UU. esta tradición se ha conservado hasta hoy día. Nuestra nación siempre ha leído mucho. Vamos a encuestar a nuestras personalidades de la cultura más prestigiosas y formemos una lista de 100 libros que tendrá que leer cada estudiante de las escuelas rusas. Que no se aprendan como loros estos libros, sino que los lean con atención. Y vamos a incluir un ensayo sobre los libros leídos en el examen final de enseñanza secundaria. O por lo menos demos a los jóvenes la oportunidad de mostrar sus conocimientos y su concepción del mundo en olimpiadas estudiantiles y concursos.
La política estatal en la esfera de la cultura también debe tener unas tareas correspondientes. Tengo en cuenta instrumentos como la televisión, el cine o internet que forman la conciencia del pueblo, dan ejemplo y normas de conducta.
Recordemos cómo los estadounidenses formaron la conciencia de algunas generaciones con ayuda de Hollywood. Les imponían los valores correctos desde el punto de vista de los intereses nacionales y la moral de la sociedad. En este aspecto tienen cosas que deberíamos aprender.
Subrayo: nadie atenta contra la libertad de creación, no se trata de censura ni de ideología banal, sino que el Estado debe y tiene derecho a aplicar sus fuerzas y usar sus recursos para resolver los problemas sociales. Incluido formar una concepción del mundo que uniría a la nación.
En nuestro país, donde en la imaginación de muchos todavía continúa una guerra civil, donde el pasado estuvo demasiado politizado y lleno de declaraciones ideológicas (que se entienden a menudo de una manera opuesta), es necesaria una suave terapia cultural. Es necesaria una política cultural que en todos los niveles, empezando con los manuales escolares y terminando con los documentales históricos, formule la idea de una unidad del proceso histórico en el que el representante de cada etnia vea su lugar. Y se sentiría heredero de la historia de Rusia, una para todos, la contradictoria, trágica, pero grande.
Necesitamos una estrategia de política nacional basada en el patriotismo civil. Cada persona que vive en nuestro país no debe olvidar su fe y su etnia. Pero ante todo debe ser un ciudadano de Rusia y debe estar orgulloso de esto. Nadie tiene derecho a poner sus peculiaridades nacionales y religiosas antes de las leyes del Estado. No obstante, las leyes del Estado también tienen que tener en cuenta las peculiaridades nacionales y religiosas del pueblo.
Creo que dentro del sistema de organismos federales debe crearse una estructura especial que sea responsable de las cuestiones del desarrollo nacional, el bienestar interétnico y la coordinación de las etnias. En la actualidad, a estos problemas se dedica el Ministerio de Desarrollo Regional y, por la enorme cantidad de otros asuntos, a menudo aplaza su resolución. Debe cambiarse esta situación.
Creo que en este caso debe tratarse de un órgano colegial que colaboraría independientemente con el presidente del país, con los jefes del Gobierno y tendría sus propias atribuciones también. La política nacional no puede crearse y realizarse exclusivamente en los gabinetes de los funcionarios. Las unidades nacionales y sociales deben participar en la discusión de la política y su formación.
Y, por supuesto, contamos con la participación activa de las religiones tradicionales de Rusia. En la base de la ortodoxia, el islam, el budismo y el judaísmo, con todas sus diversidades y peculiaridades, están los valores básicos de moral y espiritualidad: la caridad, la ayuda mutua, la honestidad, la justicia, el respeto a los mayores, los ideales de la familia y el trabajo. Estos pilares no pueden ser sustituidos, tenemos que reforzarlos.
Estoy convencido de que el Estado, la sociedad debe saludar y apoyar el trabajo de las religiones tradicionales de Rusia en el sistema educativo, en la esfera social, en los Cuerpos Militares. Pero sin duda alguna, debe conservarse el carácter laico de nuestro Estado.
Política nacional y el papel de unas instituciones fuertes
Los problemas sistemáticos de una sociedad muy a menudo se manifiestan precisamente en forma de tensiones entre etnias. Siempre hace falta recordar que existe una dependencia directa entre los problemas socioeconómicos no resueltos, los vicios del sistema policial, la ineficacia de las autoridades y la corrupción con los conflictos de carácter étnico. Si echamos un vistazo a la historia de todos los recientes incidentes interétnicos, en casi todos estos casos vemos este detonante: en la Plaza Manézhnaya (Moscú), en la ciudad de Kóndopoga (república rusa de Karelia), en el pueblo de Sagra (en la región de los Urales). Siempre una reacción agudizada a la falta de justicia, a la irresponsabilidad y pasividad de algunos representantes del Estado, la incredulidad en la igualdad de la ley y la inevitabilidad de la pena para un criminal, la convicción de que todo es comprado y que la verdad no existe.
Cuando empiezan a decir que en Rusia y, especialmente, en los territorios históricamente rusos se dañan los derechos de la población rusa, esto quiere decir que las estructuras estatales no cumplen con sus tareas directas, no protegen la vida, los derechos y la seguridad de los ciudadanos. Y como la mayoría de estos ciudadanos son rusos, esto da la posibilidad de 'parasitar' el tema de la 'opresión nacional de los rusos'. Una protesta social justificada toma la forma más primitiva y vulgar, la forma de disturbios étnicos. Y al mismo tiempo, bajo cualquier pretexto, hablar del 'fascismo ruso'.
Hace falta darse cuenta de cómo son los riesgos y las amenazas de las situaciones que potencialmente pueden desembocar en un conflicto interétnico. Y de una manera apropiada, por más dura que sea, sin tomar en cuenta los grados y los cargos, estimar las acciones o no acciones de las fuerzas del orden, de las autoridades que llevaron a una tensión étnica.
Recetas para este tipo de situaciones no hay muchas. No crear reglas únicas, no hacer generalizaciones rápidas. Hace falta un análisis escrupuloso del núcleo del problema, de las circunstancias, arreglar las reclamaciones mutuas en cada caso concreto donde esté implicada 'la cuestión nacional'. Este proceso, siempre que no haya circunstancias específicas, debe ser público porque la falta de información operativa provoca rumores que agravan la situación. Y aquí excepcionalmente importantes son el profesionalismo y el sentido de responsabilidad entre los medios de comunicación.
Pero en una situación de disturbios y violencia no puede haber ningún diálogo. No debe aparecer en nadie una tentación mínima de 'presionar al poder' para que tome unas u otras decisiones respecto a los allanamientos o asaltos violentos. Nuestras fuerzas del orden han demostrado que remedian este tipo de intentos de una manera muy rápida y precisa.
Otra cuestión clave es que nosotros tenemos que seguir desarrollando nuestro sistema democrático y multipartidista. Ahora están en etapa de preparación las decisiones dedicadas a simplificar y liberalizar el registro y funcionamiento de los partidos políticos y se están poniendo en práctica las propuestas para hacer elecciones para los puestos de jefes de las regiones. Todos estos pasos son necesarios y justificados. Pero no se puede permitir una cosa: que surjan posibilidades para crear partidos regionales en repúblicas nacionales, en particular. Esto sería un camino directo al separatismo. Este requisito, desde luego, debe incorporarse también al proceso de elección de los jefes de regiones: el candidato que intente basarse en fuerzas o círculos nacionalistas o separatistas debe ser excluido inmediatamente –siempre en el marco de procedimientos democráticos y judiciales– del proceso electoral.
Problema migratorio y nuestro proyecto de integración
Hoy en día a los ciudadanos les preocupa mucho, o diciéndolo directamente, les fastidia los numerosos problemas vinculados con la migración masiva, tanto desde el exterior como interna. Y se oye también la pregunta de si la creación de la Unión Euroasiática no desembocaría en un aumento de los flujos migratorios, y respectivamente, un aumento de los problemas relacionados. Creo que hace falta explicar bien nuestra postura.
Primero, es obvio que tenemos que mejorar significativamente la calidad de la política migratoria del Estado. Y nos dedicaremos a resolver este problema.
Nunca y en ningún lugar la inmigración ilegal puede ser exterminada completamente pero, sin duda alguna, debe y puede ser minimizada. Y desde este punto de vista hace falta reforzar las funciones policiales y los poderes de los servicios migratorios.
Pero un simple endurecimiento mecánico de la política migratoria no dará ningún resultado. En muchos países tal endurecimiento desemboca solo en un aumento de la inmigración ilegal. El criterio de la política migratoria no debe ser su dureza, sino su eficacia.
En este sentido, debe diferenciarse bien de la política hacia la migración legal –temporal y permanente–. Esto supone prioridades obvias y un régimen favorable en la política migratoria respecto a la gente cualificada, competente, competitiva y con capacidades de asimilar culturalmente y desde el punto de vista de la conducta cotidiana. Tal 'selección positiva' y competitividad por la calidad migratoria existe en todo el mundo. No hace falta mencionar que este tipo de migrantes se integran en la sociedad recibidora mucho mejor y mucho más fácilmente.
Segundo. Tenemos una migración interior en activo desarrollo, la gente se desplaza a otras entidades federativas, a grandes ciudades para trabajar y estudiar. Y aquí estamos hablando de ciudadanos rusos que gozan de todos los derechos.
Los que llegan a las regiones con otras tradiciones histórico-culturales deben tratar con respeto a costumbres locales. Los costumbres del pueblo ruso y el resto de pueblos de Rusia. Otro tipo de actitud que sea inadecuada, agresiva o desafiante, irrespetuosa debe ser afrontada con medidas legales, una tarea primordialmente de las autoridades que hoy en día eluden esta responsabilidad. Hay que revisar si el Código administrativo y Penal contiene las normas necesarias para controlar este tipo de comportamientos. Aquí se habla de endurecimiento de las leyes, introducción de la responsabilidad penal por la infracción de las reglas de migración y normas de registro. A veces sólo basta con avisar. Pero si la advertencia tiene el soporte de cierta norma legal, esta tendrá más efecto. Será bien entendible porque no será una opinión de un policía o funcionario particular, sino un requisito de una ley que tiene igual vigencia para todos.
En la migración interna también juegan gran papel los límites de lo razonable. Esto es importante también para el desarrollo armonizado de la infraestructura social, el área médica, el campo de la formación, el mercado laboral. En muchas regiones y metrópolis atractivas desde el punto de vista de migración, estos sistemas ahora funcionan casi a su límite, lo que causa una situación bastante complicada tanto para la población “autóctona”, como para la “nueva”. Creo que es necesario hacer más rígidas las reglas de registro y sanciones de su incumplimiento. Está claro que esto debe efectuarse sin menoscabar a los derechos constitucionales a la elección de domicilio.
Tercero. Es necesario el fortalecimiento del sistema judicial y la formación de un instituto del orden público eficaz. Esto tiene importancia esencial no solo para la migración exterior, sino como en nuestro caso, para la interior, en particular la migración de las regiones del Cáucaso Norte. Sin esto nunca pueden ser garantizados el arbitraje imparcial de los intereses de diferentes sociedades (tanto la mayoría acogedora, como los inmigrantes) y el entendimiento de la situación migratoria como segura y justa.
Aún más, los tribunales o policías incompetentes o corruptos siempre generarán no solo descontento y radicalización de la sociedad receptora de inmigrantes, sino un intento de utilizar la fuerza y la aparición de una economía criminalizada entre los inmigrantes.
Es inaceptable la aparición de enclaves nacionales encerrados, dónde con frecuencia la gente vive no acorde a la ley, sino de acuerdo a diferentes normas propias. Ante todo se infringen los derechos de mismos inmigrantes, tanto de parte bandidos locales como de funcionarios corruptos.
La delincuencia étnica florece debido a la corrupción. Desde el punto de vista legal, los grupos criminales formados por un factor de pertenencia, nacionalidad o clan, no son nada mejores que cualquier banda o agrupación común. En nuestra realidad la delincuencia étnica es un problema no solo criminal, sino que también tiene mucha importancia para la seguridad estatal. Y debe ser afrontada de manera adecuada.
Cuarto. El problema de integración civilizada y la socialización de los inmigrantes. Aquí una vez más hace falta hacer referencia a los problemas de formación. Debemos hablar tanto sobre el foco del sistema educativo para solucionar los asuntos de la política migratoria (esta meta no figura entre principales objetivos en la escuela), como también sobre los altos estándares de la educación doméstica.
La atracción de la formación y su valor es un propulsor y motivador del comportamiento integracionista para los inmigrantes en relación a su integración en la sociedad. Mientras que un baja calidad de educación por el contrario provoca más aislamiento y encerramiento de las sociedades de migrantes a largo plazo, dejando huellas a lo largo de varias generaciones.
Es importante para nosotros que los migrantes se adapten normalmente a la sociedad. En realidad el requisito elemental a la gente que quiere vivir y trabajar en Rusia es su disposición a estudiar nuestra cultura y lengua. A partir del próximo año será necesario introducir la norma de superar exámenes de idioma ruso, historia rusa, literatura rusa, y conocimiento de artículos básicos de nuestro estado y las leyes para obtener o prolongar el estatus migratorio. Nuestro Estado, al igual que otros países civilizados, está listo para modificar y entregar a los inmigrantes los correspondientes programas educativos. En ciertos casos se requiere una formación adicional profesional otorgada a costa de los empleadores.
Y finalmente el quinto punto es integración estrecha en el espacio postsoviético como alternativa real a flujos migratorios no controlados.
La razón real de la migración en masa, como fue mencionado antes, es una enorme desigualdad en el desarrollo y las condiciones de bienestar. Está claro que para eliminar o por lo menos minimizar los flujos migratorios habría que recortar esta desigualdad. Es la meta de una gran cantidad de activistas humanitarios pertenecientes al movimiento de izquierda en el Occidente. Por desgracia al nivel mundial esta postura fina e impecable desde el punto de vista ético tiene deficiencias porque parece ser obviamente utópica.
Sin embargo nosotros en nuestro espacio histórico no tenemos ningún obstáculo que impida la realización de este modelo. Y una de las metas de suma importancia de la integración euroasiática es crear para los pueblos y millones de personas en este espacio la posibilidad de vivir y desarrollarse de manera digna.
Entendemos que la gente se va a ultramar debido a sus malas condiciones de existencia y con frecuencia se ganan vida para ellos mismos y su familia en condiciones que a duras penas pueden ser denominadas como civilizadas.
Desde este punto de vista las metas que marcamos tanto dentro del país (la creación de nueva economía con empleo eficiente, la restauración de comunidades profesionales, el desarrollo regular de fuerzas productivas e infraestructura social en todo el territorio del país) son herramientas claves gracias a las cuales podemos dirigir los flujos migratorios. De hecho hay que dirigir a los inmigrantes donde tienen menos probabilidad de causar tensión social. Y por otra parte, hacer así que la gente en sus sitios natales, en su patria chica pueda sentirse normal y con confort. Simplemente hay que regalar la posibilidad de vivir y trabajar normalmente en su tierra natal, una posibilidad de la cual están mayormente privados ahora. La política nacional no tiene ni puede tener soluciones simples. Sus elementos están fragmentados en todas áreas de la vida: en la economía, en el sector social, la educación, el sistema político y la política exterior. Debemos elaborar un modelo del Estado, de sociedad civilizada que tenga una estructura que sea igualmente atractiva y orgánica para todos quienes creen que Rusia es su patria.
Nosotros vemos direcciones para la futura labor. Entendemos que tenemos una experiencia histórica de cual nadie goza. Tenemos una base formidable compuesta por nuestra mentalidad, cultura, identidad que no tienen otros.
Vamos a consolidar nuestro “estado histórico” que nos entregaron nuestros antecesores, a este Estado que puede resolver orgánicamente las metas de integración y problemas de diferentes etnias y confesiones.
Durante siglos vivimos juntos. Triunfamos juntos en la guerra más horrorosa. Y seguiremos conviviendo. Y para aquellos que quieren o intentan dividirnos, puedo decir una cosa: eso nunca va a suceder.